En su segunda y última fecha, un público acalorado cantó himnos de Barbi Recanati, Mujer Cebra y Buenos Vampiros, entre otros.
La edición veraniega del Festival Nuevo Día le devolvió emoción y energía a la escena under porteña, que estaba adormecida por el calor de enero. En la tarde del sábado, después de un viernes súper punk con Massacre y Dum Chica entre otros, empezaban a llegar nuevamente las multitudes inquietas, apropiándose de los espacios de sombra de la cuadra del Konex. Poco a poco y antes del primer show, los rincones del patio se iban llenando con jóvenes de pelos largos, anteojos de sol y remeras de sus bandas favoritas, entre las que destacaban las de Buenos Vampiros y Mujer Cebra.
Con rigurosa puntualidad apareció un fotógrafo en el escenario Nuevo Día y se posó frente el micrófono irreverentemente con una advertencia “preparen sus orejas que viene Buenos Vampiros”.
La banda marplatense irrumpió con su estética filo gótica y desde el primer golpe al bombo de la batería se desató entre el público un pogo que no tuvo paz hasta que los vampis se fueron del escenario. Entre temas viejos y nuevos se destacaron clásicos de la banda como “El perro”, “Todo el mal” y “Desmotivada”, con el sentimiento puesto en cada palabra y en cada nota: el desquite en contra y a través de la canción.
El show más esperado de la jornada fue sin dudas el de Mujer Cebra, que tocó un setlist en el que mezcló lo mejor de sus dos discos de estudio, con canciones como “XXYY”, “De películas”, “Nuevos miedos”, “Fantasma” y “Verano”, pero esta vez “(con personas)”. El power trío cerró su presentación con “Ahora sí”, en su punto más alto de intensidad jugando con la adrenalina y la urgencia ante un público acalorado.
Barbi Recanati llegó con la noche y aportó calma al escenario Nuevo Día después de una tarde agitada con un set de varias baladas. Entre los temas de El final de las cosas, su último disco, se colaron canciones como “Los demás” y “Teoría espacial”, y despidió el escenario bien arriba imprimiéndole su impronta al clásico de Sumo “Mejor no hablar de ciertas sosas”, ironizando sobre los artistas que no se la juegan políticamente y valorando la importancia de la cultura en nuestra sociedad.
Pisando las diez de la noche el foco del festival abandonó el patio del Konex para posarse en el escenario Vomit, ubicado a lo largo de la Sala de las Columnas, un espacio armado en una vieja sala de máquinas. La banda que tomó la posta para seguir con la fiesta fue Kill Flora, que volvió a subir la tensión con canciones de una eléctrica dulzura, cargadas con juegos vocales y arreglos de guitarras filosos como tacos de punta.
El Club Audiovisual asaltó el escenario Vomit para desplegar su frenético show de pop sónico. Tocaron casi entero su último álbum homónimo y algunas canciones espectaculares de sus primeras épocas como “Cosas” y “Solo un momento”. El Club se plantó frente al público con mucha presencia y le aportó al festival una energía diferente, tocando fibras más sensibles con frescura y sutileza, pero sin abandonar ni por un segundo al ruido como herramienta estética.
El cierre del festival estuvo a cargo de Ryan, una de las bandas promesas de la escena formada por músicos que no alcanzan los 20 años, pero que se atreven, provocan y reciclan subgéneros en lo que ellos mismos denominan como “baby rock”. Abrieron su show tocando en bucle el himno de Intoxicados “Una vela” y siguieron con canciones de su disco BAR´CELONA, adelantaron un tema de su próximo trabajo (“No los pueden separar”) y tuvieron a Barbi Recanati como invitada de lujo cantando la balada “Capaz” a dúo con Dante Citara, el vocalista de la banda. El show de trasnoche fue escalando hasta su final que tuvo como protagonista a Dante tirándose del escenario en “Poné un disco” y repitiendo con luz de rockstar el estribillo junto a un público tan joven como enardecido.
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