Los 20 discos del 2025
Entre los discos del 2025 encontramos reivindicación al folklore, juegos con alter egos de algunos personajes y transmutaciones de sonidos pasados a la modernidad.
20 – Hola, desierto – Costas
La paleta tímbrica de los sintetizadores de Costas parece ser infinita disco tras disco, o eso es lo que muestra Hola, desierto, el tercer LP del grupo liderado por Juanjo Bordenave: teclados metálicos, oníricos y etéreos que se van tímbricamente, entrando y saliendo para acomodarse a la canción.
Canciones como “Un aguijón particular” o el interludio “Fuego fatuo” le ponen un respiro a las baterías loopeadas, dándole un aire fresco al disco más relajante y reflexivo. Por la mitad del álbum llega “El desierto”, canción que de alguna forma le da el nombre al disco: es uno que no es hostil, más bien habitable por los ambientes sintéticos y los orgánicos.
Por Manuel Latorre
19 – Alter ego – Silvestre y la Naranja
Silvestre y la Naranja afianzó una vez más su papel en el ámbito indie de nuestro país. Con solo nueve canciones, la banda nos regaló Alter ego, una propuesta musical que supo marcar un antes y un después en su carrera. No hay dudas: animarse a transitar nuevos caminos le queda bien. Entre ritmos pegadizos y baladas románticas, el pop y el rock se fusionan de manera natural. Sus letras siguen pisando fuerte, logrando una gran afinidad, y reforzando la lealtad de aquellos que los escuchan desde hace tiempo.
El álbum los llevó de gira dentro y fuera de Argentina: visitaron, además de provincias como Santa Fe y Tucumán, países como Uruguay, México, España, Colombia, y Estados Unidos. Dotados de una experiencia y sabiduría artística notable, el claro esfuerzo que depositaron en este trabajo no hace otra cosa más que afirmar su talento, frescura y buena energía.
Por Sol Quintana.
18 – Cuerpos, Vol. 1 – Babasonicos
Cuerpos Vol. 1 llegó con el cierre del año. En éste, Babasonicos propone un proyecto delicado y sensual. Ya acostumbrados al estilo característico de la banda, este nuevo álbum trae consigo una experimentación con ritmos electrónicos intensos y matices rockeros.
Sin dudas, la voz de Adrián Dárgelos juega un rol fundamental en cada track, con un sonido ligeramente distorsionado que acompaña fielmente la propuesta sonora. Así, la lírica enfocada en el deseo y el poder termina de afianzar la identidad del álbum y funciona como el broche que reúne todos sus elementos.
Por Yuliana Pavón.
17 – Artificio – Indios
El 2024 estuvo marcado por el regreso de Indios. Después de un parate de más de cinco años, solo faltaba la llegada de un nuevo material discográfico de los rosarinos, y la espera valió la pena. Artificio no solo atraviesa todas las etapas de la banda, sino que también encuentra el equilibrio perfecto entre el pop y el rock, utilizando un amplio abanico de influencias nacionales que van desde Virus y Babasónicos hasta Sumo, sin perder su sello característico.
De la mano de Mateo Rodó, la banda no solo renueva su repertorio, sino que crea himnos como “Viernes a la noche” o “Cotillón”, que perdurarán como clásicos indiscutidos hasta el último recital de Indios. Además, regala una hermosa colaboración con Conociendo Rusia en “Loco”, convirtiéndose en uno de los momentos más celebrados de la presentación del álbum en el Complejo C Art Media.
Por Fermín Santos.
16 – No vayas a atender cuando el demonio llama – Lali
No vayas a atender cuando el demonio llama es el sexto álbum de Lali, donde fusiona la nostalgia del rock con la energía del pop para crear un trabajo audaz, cargado de referencias a la música nacional. Desde el guiño a sus inicios en Chiquititas y Rincón de Luz, pasando por la entrada explosiva de “Lokura” y la presencia constante de guitarras que buscan recrear una experiencia casi en vivo, el disco despliega un universo poprock que mezcla sensualidad, punk, baladas melancólicas y homenajes a Charly, Babasónicos, los Redondos y Bersuit. Con una estética conceptual cuidada al detalle —videoclips, arte, intro, outro— y colaboraciones como BB ASUL, Galán, Blair y Dillom, Lali apuesta por una narrativa cruda, rebelde y emocional que marca un quiebre en su carrera.
A lo largo del recorrido, la artista juega con su pasado y su presente: del hit pop “Mejor que vos” y la sensibilidad de “No hay héroes”, al erotismo desbordado de “Sexy”, la melancolía de “Perdedor” y lo alternativo de “33”. El viaje culmina con “Pendeja”, una pieza de punk rock directo y visceral que corona el concepto del álbum antes de la outro “Fin de transmisión”, que funciona como una despedida simbólica. Con este proyecto, Lali rompe estructuras dentro de su propio universo musical y se reinventa con un disco fresco, provocador y lleno de personalidad, una declaración de época en un panorama donde todo suele sentirse repetitivo y acelerado.
Por Lourdes Maidana.
15 – Único y nuestro – Barbi Recanati
Barbi Recanati lleva al máximo su sonido y fórmula, construidos en discos anteriores, para plasmar la realidad emocional que vive y que vivimos. En Único y nuestro aglomera acciones musicales que dialogan con la realidad y coquetean con el cambio en forma de sueños.
Es un disco que te sumerge por completo en esa aura oscura y melancólica, pero también en cada detalle e ingenio musical detrás de la producción. Haciendo conexiones desde lo dark, el new wave y el post punk, nos invita al trance con riffs de guitarras, sintetizadores estelares y ritmos muy singulares. Único y nuestro es un disco que va de la oscuridad a la luz final en “Nada Nadie 2”, que oscila del baile a momentos de silencios introspectivos, que construye una cruda realidad que choca contra la tranquilidad. Barbi Recanati armó con este disco un plan para sobrevivir a un mundo cruel.
Por Matías Domínguez.
14 – Fonso y las Paritarias – Fonso y las Paritarias
Si mezclas rock argentino de diferentes décadas, ganas de movilizar a la gente, sensibilidades de lo tradicional, pensamientos sobre la modernidad, comunidad y mucho más, te da como resultado el disco homónimo de Fonso y las Paritarias.
Luego de Dia del Trabajador, el proyecto de Lucas Difonzo se volvió una banda en comunión de Piter Mazda, Lucas Difonzo, Octavio Majul, Martín Luchina, Elena Radiciotti y Sebastián Puntillo. Como resultado, tenemos un solista que deja de serlo, dando paso a un cabildo abierto de la música. Dentro de un mundo donde lo efímero se vuelve tendencia, la banda sigue pensando igual: cree en una versión de mundo donde los días de consenso son posibles y la búsqueda por trascender son posibles.
Por Matías Domínguez.
13 – Doga – Juana Molina
Doga, el nuevo álbum de Juana Molina, reafirma su talento para la experimentación y su inconfundible originalidad. Con sintetizadores, mantras y un uso lúdico del lenguaje, la artista construye un disco conceptual donde todas las piezas comparten una misma atmósfera: naturaleza, rituales y mundos oníricos. Desde la apertura con “Uno es árbol”, que sumerge en un clima misterioso, hasta la dulzura de “siestas ahí” y el carácter narrativo de “va rara”, cada tema propone un viaje sensorial.
Molina juega con la voz como instrumento y crea paisajes sonoros que evocan bosques, criaturas extrañas y sueños. Con tracks extensos y minuciosamente trabajados, la obra invita a escuchar con atención para entrar en un trance. Un regreso que confirma a Juana como una creadora única de música original.
Por Salomé Davida.
12 – Relicario – El Club Audiovisual
Una de las sorpresas del año fue El Club Audiovisual con Relicario, un disco donde buscan romper un techo de cristal con una propuesta intimista. La banda se zambulle en la sensibilidad para dar una obra que encuentra consuelo en estar vivo. Desde la vulnerabilidad que guardamos dentro, busca coexistir con la liberación de las mismas emociones. En el sonido van interactuando con estas ideas guitarras que parecen que se desangran por momentos, ritmos energéticos y voces directas que no esconden esa emocionalidad: la toman como puente para transmitir.
Desde sus inicios, El Club Audiovisual ha pasado por reinicios o cambios de su estética y sonido. Pasando por etapas juveniles a otras mucho más alternativas y llegando a otras más noise. Con su nuevo álbum, el cuarteto integrado por Delfina Gel, Juan Costa Viaggio, Matías Vertula y Tomás Pelaez explora en texturas y el sonido artesanalmente tecnológico para darnos una nueva versión de ellos mismos.
Por Matías Domínguez.
11 – Post Pop – Homogénica
Si hubo un disco que representó la irreverencia de una nueva camada de músicos, ese fue Post Pop de Homogénica. De la mano de Dante Saulino en la producción, el álbum presenta una obra compleja y con un universo propio que va desde lo más puro del pop hasta el post punk. También, su costado lúdico —que se ríe de ellos mismos, de la escena y de una industria cada vez más de plástico— logra que uno se adentre en su mundo desde el primer hasta el último tema.
La banda lleva el pop en la sangre, pero a lo largo de todo el álbum demuestra que es mucho más que eso y que su techo está lejos de verse. De paso, plantean la gran pregunta: ¿qué es el post pop? Quizás, simplemente, una forma de decir: “voy a hacer lo que quiera, sin etiquetas”.
Por Fermín Santos.
10 – Anónimo – Juana Aguirre
Anónimo se encargó de llevar la experimentación y la abstracción a un nuevo nivel. Para Juana Aguirre, fue volver a experimentar pero también mutar. Es el segundo álbum de la artista como solista y productora en el cual propone perderse en sonidos que rozan lo onírico, la ternura y lo fatal.
El proyecto es una experimentación acústica y electrónica y resabios de un sonido ambient que por momentos se encuentra en un lo-fi más argentino. Sus canciones de ensueño se convierten en un sello propio mientras replica una artesanía melódica que ya escuchamos en su disco anterior. Y algo de esta identidad tiene que ver con su manera de crear. Es un hacer artesanal en el cual no cumple con la inmediatez que opera en estos tiempos. Y eso se valora: Anónimo llevó un total de cuatro años en terminarse, luego de su debut como solista en 2021.
Por Josefina Sol Sergiani.
9 – Vándalos – Bandalos Chinos
Después de la trilogía Jodorowsky, Bandalos Chinos decide convocar a Fermín Ugarte (Dillom) para la producción de su cuarto disco de estudio. Pero la decisión más importante que toman es la de volver a las bases, a ese sonido que habían explorado en su EP En el aire, consiguiendo como resultado Vándalos, un álbum de pop electrizante y atrapante.
Con este trabajo logran sintetizar un recorrido que atraviesa todas sus etapas, hace énfasis en lo electrónico, crea un mundo propio en cada canción y le da una bocanada de aire fresco al sonido de la banda.
Por Fermín Santos.
8 – Bar Scorpios – Blair
Después de un año de ascenso meteórico, Blair reafirmó su posición en la escena con Bar Scorpios, un álbum oscuro donde lo sagrado y lo profano se entremezclan para crear una atmósfera de deseo y dolor. Con una identidad más propia, Blair recorre escenarios de pesadilla encarnando un sonido más oscuro que, de a momentos, coquetea con el rock.
Alejándose del pop más tradicional de su predecesor, Bar Scorpios explora sonidos y estéticas propias nuevas en donde Blair supo desenvolverse sin dificultades para logar éxitos como “Rabia del corazón” o colaboraciones sensacionales como “Carne viva” con Dillom y “Hombre roto” con Santiago Motorizado.
Por Tomás Delgado.
7 – El lado oscuro – Nina Suárez
El lado oscuro es un disco de trece canciones donde Nina Suárez habla de lo que pesa en el día a día: el cansancio, la tristeza, la falta de ganas y las dudas. Con guitarras al frente y un sonido de indie rock claro y crudo, cada tema muestra una escena distinta, como una noche de insomnio, un día gris o un vínculo que se vuelve difícil de sostener. Nada está exagerado ni suavizado, se cuenta tal como se siente.
La idea del álbum es mostrar ese malestar sin vueltas ni explicaciones largas. Nina elige un lenguaje directo y sencillo, que hace que cualquier persona pueda reconocerse en lo que canta. Ese estilo parejo y honesto se sostiene a lo largo de todo el trabajo, un disco que dice en voz alta cosas que muchas veces se callan.
Por Nicolás Pérez.
6 – Mi año gótico – Emmanuel Horvilleur
Emmanuel Horvilleur dejó atrás el pop soft y la ternura de Aqua di Emma para traer un disco más sexy y groovero. De esa premisa parte Mi año gótico, que, junto a Cítrico en la producción, presenta canciones que mezclan pop, funk y soul a la perfección, regalando piezas bailables, candentes y románticas a la vez.
En su octavo disco de estudio, también se da el lujo de unir a grandes exponentes del pop latinoamericano como Javiera Mena, Alex Anwandter y Ale Sergi; de cerrar un círculo de casi 40 años con Fito Páez; y, después de tanto coqueteo en shows en vivo o referencias en canciones de El Kuelgue, concretar una colaboración con Julián Kartún, uniendo cuatro generaciones distintas de músicos.
Por Fermín Santos.
5 – Tanya – Juana Rozas
Tanya fue uno de los discos que más dió que hablar durante el año y el punto de inflexión definitivo para Juana Rozas. De personalidad dominante y ritmo frenético, combina lo mejor del technopop que inunda el under porteño con una performance teatral y atrapante para ofrecer algo único que su público rápidamente supo abrazar.
Hits poderosos y agresivos como “Bad choice” o “Antonio” y colaboraciones que terminan de construir ese universo desquiciado como “Qué impota” con Marttein, “”Besito a las flores” con Chita o “Ridículo” con Santiago Motorizado ensamblan un disco con la fuerza de un chachetazo bien puesto y una presencia sobre el escenario inigualable.
Por Tomás Delgado.
4 – Rápido mamá – María Wolff
Rápido mamá no es solo un disco debut: es la voz de María Wolff levantándose y diciendo “acá estoy”. De la mano de Alex Anwandter, la artista presenta un álbum que se convierte en un manifiesto pop, atravesado por distintos matices de la disco, el funk y la electrónica. Incluso coquetea con referencias de nuestro rock, como Charly García y Virus.
María entrega una obra atravesada por la sexualidad, el deseo, el humor y la búsqueda de uno mismo, a la vez teñida por la época del destape y la vuelta a la democracia argentina. Por si quedaba alguna duda, las letras y la tonalidad del disco estuvieron inspiradas en el humor de Urdapilleta y Tortonese, o en la obra de Néstor Perlongher, aportándole no solo un costado lúdico, sino también profundo.
Por Fermín Santos.
3 – El retorno – Santiago Motorizado
Canciones con más de diez años, filtradas por Messenger; un álbum en YouTube que se volvió de culto; y letras que atraviesan el corazón de cualquier ser humano. Todo eso se puede encontrar en El retorno, el primer disco solista de Santiago Motorizado. Para materializar este trabajo, el músico convocó a un dream team con Tom Quintans (Bestia Bebé) en batería; Pipe Quintans como productor y encargado de los demás instrumentos; y a Eduardo Bergallo, eminencia del sonido que trabajó con Él Mató, Soda Stereo y Cerati, entre otros, para viajar a Sonic Ranch, en Texas, Estados Unidos, y grabar una obra que se hizo esperar.
Con este álbum, el artista regala una obra íntimo y lleno de corazón, mostrando su viaje personal a lo largo de los años y uniendo todas sus pasiones —el fútbol, el cine y la música— en un disco que vuelve a recordarnos por qué Santiago es hoy uno de los intérpretes argentinos más importantes de la actualidad. Su voz, sus letras y su espíritu quedarán marcados para siempre en toda una generación.
Por Fermín Santos.
2 – La vida era más corta – Milo J
La vida era más corta fue uno de los discos que marcó sin dudas el año en Argentina. En él, Milo j presenta una búsqueda de identidad creando una conexión entre sus raíces y su pasión por la música folclórica.
Propone quince temas con una textura sonora amplia, juega con capas de instrumentos reales, samples rescatados de archivos olvidados y detalles meticulosos de postproducción. Además, la colaboración de cada artista está pensada para brindar su calidez característica a cada proyecto. Es una obra que narra la cultura latina y la trae hacía el presente.
El disco incorpora samples de figuras icónicas de la música latinoamericana como la chilena Violeta Parra, la colombiana Totó La Momposina, el uruguayo Jaime Roos y Horacio Guarany, entre otros. En lo lírico, las canciones adquieren una notable profundidad, construidas a partir de relatos clásicos que buscan retratar realidades colectivas.
Por Yuliana Pavón.
1 – Para quien trabajas vol. 1 – Marilina Bertoldi
Para quién trabajás se ganó el primer puesto del ranking porque llegó en un momento donde hacía falta un disco así: honesto, actual y sin disfraces. Marilina Bertoldi decidió trabajar desde su propio estudio y armar un álbum donde manda ella, no una estética esperable del rock argentino. Por eso conviven el humor, la ironía, el desgaste y el deseo sin intentar ordenar un mensaje único. El disco no busca convencer a nadie, más bien plantea un estado de ánimo compartido, esa mezcla de cansancio y lucidez que marcó el año.
Parte del impacto viene de su sonido. En lugar de apoyarse en el rock de guitarras eléctricas que la hizo conocida, Bertoldi se vuelca a baterías programadas y sintetizadores. Alterna canciones ruidosas con otras más limpias, pero todas cargan esa incomodidad que la crítica leyó como un retrato de época, con incertidumbre, contradicciones y una especie de tensión permanente. No es un disco “combativo” en sentido clásico, sino uno que usa la ironía y el juego para hablar de lo que se vive sin necesidad de dramatizarlo.
También pesa desde dónde canta y cómo decide ocupar ese espacio. Marilina no explica ni justifica su identidad dentro de un género históricamente masculino, simplemente hace el disco que quiere hacer. Y en vez de apoyarse en consignas o solemnidades, elige moverse entre lo íntimo, lo político y lo absurdo con una soltura que pocas veces se ve. Para quién trabajás terminó primero porque sintetiza todo eso: una artista en control total de su obra, que se permite experimentar, tocar fibras actuales y sonar completamente propia en un año donde la autenticidad fue más valorada que nunca.
Por Nicolás Pérez.