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Tarsitano: “En ‘Rodrigo’ me acerqué al pop, pero conservando la esencia desde las letras y la picardía”

Tarsitano explica cómo encara el proceso de composición y repasa la anécdota que lo llevó a ponerle su primer nombre al disco.


Para Rodrigo, su segundo larga duración, Tarsitano tomó riesgos. En época de playlists, el cantautor apuesta al disco como narrativa y expresión personal, abriéndonos una ventana a su proceso creativo y visión del mundo durante aquella media hora que dura el hechizo. Lejos de ir a la segura, el artista coqueteó con un costado pop inédito en su carrera, experimentó con nuevos formatos en canciones “efímeras” de apenas segundos y, a pesar de todo, logró ser él mismo entre tanto cambio. Es un punto de quiebre para un músico dispuesto a expandir sus horizontes y que hace tiempo perdió el miedo a abrazar nuevos sonidos.

“Me saco prejuicios. Yo compongo la música que quiero, ¿a quién le tengo que explicar lo que hago?,” afirma con seguridad Tarsitano. “Hoy no puedo separar a la música por tribus, sobre todo con esta apertura al pop que tuve”, puntualiza. Reinventado y dispuesto a ir por todo, el músico hoy aprendió a “negociar” con un sonido más moderno y popular, pero conservando su esencia desde las letras y el sentido de la crítica.

En conversación con Indie Club, Tarsitano explica cómo encara el proceso de composición, repasa la anécdota que lo llevó a ponerle su primer nombre al disco, habla sobre su colaboración con Feli Colina, y hasta adelanta que está trabajando en una nueva canción con tintes traperos.


¿Cómo fue la grabación de Rodrigo?

Soy una persona que tarda mucho en componer. Me cuesta. No es como si levantara una piedra y encontrara una canción. Algunas son viejísimas: a veces retomo temas tiempo después y les agrego letras. Pero lo que siempre busco es hacer música que a mí me gustaría escuchar: ver qué no está sonando por ahí; qué es lo que falta. Trato de no parecerme a nadie y lleva su tiempo eso. 

El trabajo fue tomando caminos diferentes a los que yo inicialmente quería. Estuvo la pandemia y algunos problemas para financiarlo durante ese contexto. En el medio, también me mudé muchas veces. Pensá que fueron casi tres años hasta que salió. La producción estuvo supervisada por mí: algunos temas, incluso, los produje yo solo. Pero el trabajo es también el resultado de las amistades que fui haciendo en este tiempo, y eso se ve en los feats.

Además de afectar la producción, ¿sentís que la pandemia cambió el “sentir” del disco?

En las temáticas, tal vez; o algunas cuestiones que me ocurrieron a nivel personal… Aunque nunca soy muy explícito ni literal. Siento que a veces se me malinterpreta cuando se habla de que hay una especie de melancolía en mi música. Puede que tenga un poco de eso, pero en realidad siento que lo que hay es una honestidad más esencial, que es ahí donde conectan las personas. Tiene que ver con la intensidad de las emociones, más que con “la tristeza”. 

Pero la mayoría de las personas no están acostumbradas a vincularse con estos sentimientos. Cuando las arrimás a cosas que van por ahí, lloran o se sienten tristes. Vinculan las lágrimas al llanto y a la tristeza, cuando a veces va por otro lado. Quizás dé la sensación de que es un disco “melancólico”, o la sensación de que fue hecho en pandemia, pero en realidad es parte de mi esencia y de cómo veo al mundo.

El hecho de que el disco refleja cómo ves al mundo, ¿es lo que te llevó a ponerle tu nombre?

Yo pienso todas las cosas bastante. Siempre busco que el concepto esté “redondito” y que haya una coherencia, pero en este caso tengo que admitir que el nombre se lo puso el ingeniero de mezcla, Cherno. Un día de grabación me preguntan cómo se va a llamar el disco. Se voltea Cherno y exclama: “¡RODRIGO!”. Y me quedé pensando… ¡Está bueno ese nombre! Después surgió la portada del graffiti con mi cara, y todo cobró  sentido. Cuando quedó el nombre y vi el disco titulado así, me di cuenta que englobaba todo el concepto: Tarsitano el artista, pero Rodrigo el ser humano, que es desde ahí que encaro las letras.

Mencionás que las canciones las trabajás en el tiempo. ¿Cómo sabés cuándo eso que estaba guardado en el baúl puede tener una nueva vida?

Siento que no tengo muchas cosas grabadas; no me es muy productivo hacer cien canciones. Tal vez tengo diez y las voy usando. Tenía músicas a las que nunca les había podido poner letra y finalmente salió. Trato que se dé de esa manera: cuando lo fuerzo, no quedo del todo conforme. Quizás hubo una idea que estuvo boyando, que un día no funcionó, pero al otro con otra letra sí funciona, y termina en el disco. Le doy su tiempo a las canciones. Me pasó de tener armonías que no podía encajar y terminaron entonces en un instrumental.

Algunos de estos instrumentales son grabaciones de poco más de unos segundos que aparecen entre cada “canción” propiamente dicha. ¿Era un elemento que tenías pensado usar, o que surgió durante la marcha?

Siempre estuvo la idea. La reflexión fue la siguiente: nadie escucha un disco entero hoy en día. Es difícil. Entonces, si lo escuchan, no les voy a dar solamente canciones. Les voy a dar algo más. Porque si son solo temas, entonces las escuchan por separado, en playlists… En cambio, ¿quién va a poner una de estas canciones cortas en una playlist? Nadie. Entonces si escuchás el disco, tiene un recorrido; garpa ponerlo entero.

También me influenciaron muchos artistas que ya lo han hecho en el pasado, cuando estaban el CD y el bonus track. Estas grabaciones cortas las titulé “canciones efímeras”, saliendo del concepto de contenido efímero de las redes sociales, como las stories y los videos cortos. Por otro lado, desde el perfil más “mercado”, estas canciones se adaptan a los nuevos formatos. Podés subir una en tu story y entra entera. ¡Me parece maravilloso!

¿Cambió mucho la música que escuchabas al hacer Rodrigo?

Yo me crie escuchando rock de adolescente y luego pasé a la música más melódica; al piano, a las cuerdas… Me movía entre géneros no mainstream, porque me quedaba esta suerte de “espíritu rockero”. Era un prejuicio de no poder meterme en el pop. Fue después que empecé a encontrarle el gusto al baile y a cuestiones más rítmicas. También a la música afroamericana, al hip hop… Antes no me pasaba de estar escuchando lo que está sonando “ahora”. Y a partir de los últimos años, di un volantazo.

Fui llevando las cosas más hacia otro lugar, y quizás también a lo urbano, desde la producción. Me acerqué más al pop, pero conservando la esencia desde las letras, la picardía, la crítica política… Mi idea es ir cada vez negociando más con eso. Ahora estoy componiendo una canción para sacarla el año que viene que es bastante trapera. Con mi esencia, pero tiene ese groove. Y me cago de risa, porque me saco prejuicios. Yo compongo la música que quiero, ¿a quién le tengo que explicar lo que hago? Si mañana quiero hacer hip hop, voy a hacer hip hop. Y si quiero hacer punk, o de vuelta hacer indie, también lo voy a hacer.

En “Si esto que estoy tomando” sampleás a Nino Bravo. ¿Es un guiño a esta etapa “melódica” que tuviste?

Tiene que ver con ese período en el que escuché música vieja y tomé influencias de muchos lugares diferentes. Pero hoy no puedo separar a la música por tribus, sobre todo con esta apertura al pop que tuve. Escucho con la misma pasión a Violeta Parra que a Diego Torres y a Tool. Los tres me generan cosas diferentes – ¿por qué uno es “malo” y el otro “bueno”? No puedo segmentar las cosas por géneros: veo el concepto del artista; no si tiene distorsión o no.

Nino Bravo entra ahí, a decir “la música vieja también vale”. Y que conmueve, que dice cosas. También es un guiño a mi adolescencia. Es un artista que me presentó mi padre, entonces hay una cuestión familiar. En su momento había hecho un cover de él y lo solía tocar en vivo. Es resultado de ese abanico enorme de música que tengo en mi cabeza, y las coherencias que encuentro. Esos artistas que no tienen nada que ver, sí tienen algo que ver.

A la vez que es un disco muy personal, es también colaborativo. ¿Cómo surgieron estos temas con invitados?

A Feli la primera vez que la vi en vivo fue cuando presentó Feroza. Yo soy muy fan de Fiona Apple y su canción “Martes” es como ella y me sorprendió al escucharla. La admiro mucho. Nos pusimos en contacto por amigos en común. Escuchó el tema en el que estaba trabajando, “El chiste”, y le gustó; hasta se copó en venir a hacer el video. También está Chechi De Marcos, en “Si esto que estoy tomando”, a quien considero una de las mejores compositoras que hay.

En el caso de An Espil, que aparece en “Es normal”, la conozco hace años y le había producido un tema. La canción de Lv Rod, “Acomodadizos”, en cambio, se dio porque había grabado coros para “Un aplauso”. Al final no entraron, pero había quedado la deuda de colaborar, porque me encanta su voz. Y dentro de la música vieja que escucho está Juan Luis Guerra. El chabón en ocasiones componía canciones en su discos que no las cantaba él. Me dije: “¡Qué bueno eso!”. Le dije a Luchi si quería cantar un tema cortito, y lo hizo. Me pareció muy gracioso que diga “Tarsitano feat. Lv Rod”, y no aparece Tarsitano.

Hay otro “feat” bastante curioso en “Desconsideraciones”, en el cual una voz robótica lanza un discurso incendiario… ¿Te estaba pasando algo en especial cuando surgió ese tema tan brusco?

El discurso, narrado por el asistente de Google, es hasta un toque violento: es esa voz tan conocida tirando mierda para todos lados. Encima Google es EL capitalismo en su forma más pura; era jugar con eso. Pero no, no me pasaba nada en especial. 

Cuando hago críticas, muy pocas veces van dirigidas hacia personas específicas. Hago algo más político. Va por una cuestión social; no tanto de que me ocurra algo a mí. Es mirar alrededor y darme cuenta que el mundo es una cagada e injusto, y las cosas que me tocaron vivir a lo largo de la vida. Siempre me costó mucho todo, principalmente por cuestiones económicas. Es parte de mi esencia el resistir diariamente.

Llevás ya varios años haciendo música. ¿Cómo ves el “resistir” en la escena de hoy en día?

Está difícil. La industria en un momento puso el grito en el cielo porque la música empezó a moverse de manera libre por internet: la excusa era que los artistas se iban a morir de hambre. Pero en los 90s, un CD salía $20 y el músico se quedaba con uno solo. En realidad, con internet iban a perder los otros. Hoy en día siento que esa misma gente, que monopolizaba los CDs, ahora lo hacen con las plataformas. Principalmente Spotify, cuando es absolutamente innecesario. Tenemos todas las herramientas para autogestionarnos; no necesitamos empresas.

Creo que hay un egoísmo que tiene que ver con una cuestión verticalista: le va bien a diez, y mal a miles. Pero esos “astros” del pop podrían ser un poco más generosos y despiertos. En primer lugar, al no negociar con gente que no ama la cultura ni la música. Y segundo, teniendo conductas colaborativas. Hay cosas como el no tener gente que te abra el show que se pueden cambiar. Es salirse del molde.


Tarsitano se estará presentando el 2 de noviembre en La Tangente, Capital Federal, a partir de las 2o horas en  un show con banda completa, invitados y sorpresas. Podés adquirir tus entradas a través de Passline.

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