Odd Mami deja atrás el autotune y los gestos despreocupados para abordar la madurez y la pérdida en Donde van los perros.
Helena Massucco es Odd Mami, integrante de la Ripgang desde sus orígenes. Parte del movimiento que marcó un antes y un después en la escena del under nacional, viene forjando su carrera con singles desde el 2019 con hits como “Kaneda” o “Starboy” (Ft. K4). ¿Qué la hace especial? Partes iguales de intimidad y dulzura, la calidez de sus letras que son como un mimo y una sinceridad a la hora de escribir que hace lo imposible para creer en ella.
Su último lanzamiento, Donde van los perros, es su segundo disco de estudio y la culminación de años de trabajo. Refinando hasta el máximo un estilo que se forjó en numerosos singles, un álbum y un EP, logra dar con el sonido exacto para transmitir esa sensación de viaje que supone realmente el disco. Porque Donde van los perros es más que la culminación de un proyecto sino un verdadero viaje hacia el fondo de uno mismo. Un viaje hacia atrás, hacia el recuerdo que inevitablemente se pierde al crecer.
Un viaje de regreso
El lanzamiento de Mosaicos (2022) marcó el verdadero lanzamiento de su carrera con un trabajo minimalista en clave autotune donde ya se podía ver brillar sus rasgos característicos. Quizás un poco amateur, algo escondida entre los sonidos sintéticos y esa distorsión en la voz que tanto marca la época, supo transmitir esa cercanía que la caracteriza y dejar temas como “1312 (portarme mal)” o “Ya no” (Ft. Saramalacara) donde se esbozaban las pautas de su estilo.
Recién con Ultra (2023) fue que empezó a encontrar un espacio donde sonar más auténtica. En un breve EP de cinco canciones Odd Mami comenzó a despegarse del autotune y apostó por un sonido más pesado y oscuro. El viaje y el recuerdo afloraban ya desde el primer tema, “Cosas de chicas”: “Viajando rematadas en el Sarmiento / que me veas llorar cuando el mundo es molesto / todo es mejor con vos / y ahora que no estás / voy buscando mi mitad por todas partes“. Del mismo modo, las referencias más sombrías empezaban a desplazar ese imaginario juvenil y despreocupado de los singles.
La transición se da en este último trabajo. Donde van los perros es un disco que se siente como viajar en tren; subirse en Merlo y bajarse en Once siendo otra persona. Hay un proceso de transformación que atraviesa el disco, una lenta despedida de lo que irremediablemente se aleja y no va a volver. Es, al mismo tiempo, una oda a la nostalgia y a la madurez donde se revisan las alegrías y los momentos más crudos de ese despojarse de uno mismo.
A todas mis mascotas muertas
Donde van los perros es una mirada retrospectiva por todo lo que ya se vivió. Un diálogo con uno mismo para intentar explicarse todas las inconsistencias y derrotas del pasado. Terminando de soltar ese sonido que no le terminaba de resultar propio, Odd Mami crea una atmósfera nublada y claustrofóbica a través de algo que suena a pop pero sin la alegría ni el baile. En un gesto minimalista, reduce la estridencia que alguna vez habitó para dar lugar a sonidos que golpean el pecho como las vibraciones del bajo a través del amplificador.
Acercándose de a momentos a esa Clairo del 2017 que lloraba en su habitación con “Pretty Girl”, el disco toca fondo en temas como “Yo así” a la vez que, por contrapartida, todo el clima pesado que gestó en Ultra se refresca en canciones que suenan agolpadas y ruidosas como “Parásitos” o “Un tiro” (Ft. Dillom). Y es que Donde van los perros es un relato que busca atrapar la universalidad del proceso hacia la madurez en todos sus extremos.
No se trata tanto de un disco romántico, sino que a través de la melancolía construye un universo fundado sobre la pérdida. El concepto del disco orbita en torno a esta crudeza que palpita entre la violencia y la desolación. “Cada vez que llueve me da miedo / De que vuelva a pasar / Vi tu mano enredada en su pelo / Sus ojos no te dejan de mirar“, canta en “General Paz” para preguntarse luego “¿Por qué no estamos acá? De nuevo acá“. Escucharlo de punta a punta parece casi necesario y es casi como pasar por el medio de una tormenta.
Final del juego
La soledad es el tópico que más se repite, probablemente en núcleo conceptual del disco. ¿Qué queda hacer cuando ya no se encuentra salida? Recordar. “Inocencia interrumpida” retoma esa pena ya en clave infancia: “Tengo que contarte tantas cosas de mí / ¿Te acordás? / Jugar en la oscuridad / Cortarnos el pelo mal / Esperar el verano para sentirnos bien.
Pero no hay que dejarse atrapar por la lágrima fácil. Odd Mami no parece interesada en llorar gratuitamente, sino que hace uso de la tragedia de crecer para armar un collage con sus recuerdos e intentar llegar a buen puerto. En este recuento de miedos, ansiedades y traumas hay una intención por superar y armarse con lo que las circunstancias hicieron de ella. Con la misma franqueza que supo cantar en tiempo presente “Quiero usar mi ropa sin tener que pensar / no lo pidas de nuevo, no quiero pensar / quiero un chico lindo que me quiera besar” en “No va a pasar” (2023), ahora reflexiona “Quiero enamorarme sin besar / quiero tener citas sin pagar” en “Yo así”.
El círculo se cierra y el viaje se termina. No se puede vivir para siempre de un recuerdo ni pretender que las cosas no sucedieron. Las mascotas siempre terminan muriendo. Lo que se puede, y Odd Mami logra, es articular esa nostalgia para darle forma. Donde van los perros es un pasaje a esos espacios de noche perpetua donde no se puede permanecer demasiado tiempo.
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