La Ripgang, grupo de artistas que no parece conocer techo, cerró el año con un show de casi tres horas en el estadio Obras Sanitarias.
“Empezamos hace ya cinco años y nos venían a ver cincuenta, veinte, cinco personas”, comentaba Broke Carrey (Carrito, para los amigos) después de más de dos horas y media de show. Con años de carrera y un grupo de seguidores que crece día a día, el grupo de siete artistas no para de crecer y detonó el estadio intercalando últimos lanzamientos y temas que ya son clásicos contemporáneos.
Con Dillom y Saramalacara como mayores exponentes mediáticos, la Ripgang es, hoy por hoy, el grupo interdisciplinario con más relevancia en el under (y ya no tanto). Odd Nasty, ill Quentin, K4, Muerejoven y Broke Carrey terminan de cerrar la grilla con estilos radicalmente distintos. De la fusión única de estilos (guaracha, tango, bolero, reggaetón, trap) de Carrito hasta el pop risueño de Odd Nasty, el grupo se alinea bajo una frescura sorprendente y una puesta en escena única en el ambiente.
Cada miembro de la Ripgang trabaja con un estilo único y personal así como una línea estética que constituye su identidad. Ninguno se somete a la influencia de sus compañeros y de todas formas logran una cohesión envidiable sobre el escenario. Tanto en sus temas solistas como los feats que los entrelazan a todos entre sí destella una personalidad única. Verlos a los siete juntos no hace más que potenciar la fuerza de cada artista y remarcar la trayectoria del colectivo.
Ripgang Shit
Pensar en la Ripgang es más que pensar solamente en el tsunami que despertó Dillom con el lanzamiento de Post Mortem (2021), álbum que ya forma parte de la historia. La Ripgang como tal destaca tanto por los singulares personajes que cada artista construye sobre el escenario como en todo lo que está a su alrededor. Más allá de performances que dan que hablar, el grupo cuenta con un apartado audiovisual y un trabajo macro que hace de cada lanzamiento una experiencia.
Con BAM: La Suite (2023) y Ultra (2023) como últimos lanzamientos de Broke Carrey y Odd Nasty como ejemplos basta para dar cuenta. Los artistas piensan en el álbum como algo que va más allá de una unidad conceptual sino que lo empujan hasta los límites de lo esperable para calar hasta lo más hondo en sus seguidores.
El show en el estadio Obras Sanitarias dejó poco margen para las particularidades de cada propuesta pero, en su lugar, permitió ver la fuerza de arrastre del grupo en su conjunto. Presentando casi tantos temas en colaboración como solistas, fue una experiencia única para ver la fluidez con que se entrelazan los distintos proyectos y cómo se teje una experiencia que va más allá de cada álbum.
Yo quiero mata´ un federico
Si algo destaca a los miembros del grupo es su irreverencia. Probablemente Dillom lo llevó al extremo con un lenguaje y sonido agresivos, aún más intensificado en Ad Honorem (2023), pero todo el grupo destaca por no atenerse a ninguna convención. Por hacer la suya, en criollo.
Del clásico “Gratis” de Muerejoven a “Plancha caliente” de K4, sin duda el más experimental del grupo, el tono del espectáculo quedó sentado en lo más explosivo de cada trayectoria. Con un tema cada cual para presentarse, pasamos por los pops “Kaneda” y “BBYNOSE_147BPM9S” de Odd Nasty y Saramalacara respectivamente hasta llegar a Dillom que incendió el estadio con la seguidilla “Side”, “Coach” y “Ovario”, primer feat de la noche.
Si bien el show se prestó más al agite y al pogo, no faltaron los temas más lentos para atemperar a la masa de seguidores. En este aspecto destacaron Odd Nasty con el trágico “Tan triste :(” y ill Quentin con “Danza de la lluvia”. Del mismo modo, el espacio para el baile vino de la mano de Broke Carrey con el reggaetón “Orgániko” o la guaracha “La última”. Aún así, el 99% del tiempo la Ripgang mantuvo al público a puro agite.
K4, en su cautivadora extrañeza punk, domó el campo como director de orquesta al son de “Latas” o “Saltando molinetes”. En la misma línea, el cierre del show se coronó con los intempestivos “A$AP” y “1312”.
La última
Si dudas quedaban, esta última presentación de la Ripgang las despejaron. Al margen de las preferencias personales que cada uno puede tener por cada artista y su estilo, ver a los siete juntos es un must de la escena porteña. El entramado de estilos tan disparejos en total armonía no solo es placentero sino fascinante. Es poco probable, asimismo, irse sin varias canciones desconocidas rebotando en la cabeza.
Las oportunidades para ver a la Ripgang en grupo o en solitario no escanean pero, lamentablemente, el show en Obras fue el cierre del año. Quedará la intriga para quienes se lo hayan perdido y la certeza para quienes pudieron asistir. Ver a cualquier integrante del grupo es una experiencia única en muchos sentidos y, con toda seguridad, conforman el colectivo de artistas interdisciplinarios más relevante de la escena en la actualidad.
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