Entre los callejones y barsuchos de una Buenos Aires turbia y electrónica, Marttein hace el universo de su nuevo álbum.
Marttein despuntó su carrera en un lejano 2017 con “Antro”, primero de una serie de tres discos (Guerra y Némesis, 2018 y 2019 respectivamente) solo disponibles en Soundcloud. Desde entonces se puede entrever el perfil de un artista que comenzará a coquetear con el rock tras una larga relación con la electrónica. Pero sin caer en estereotipos, Marttein es ante todo disruptivo. Hay un trabajo fino en la textura de las palabras y en el arte de establecer un clima. Así, Antro abre con “La noche es una advertencia”, una suerte de relato que sienta el tono para lo que vendrá.
De regreso al presente, el reciente lanzamiento de Marttein deja ver cómo a lo largo de los años la fórmula no hizo más que mejorar. Mucho más rockero y profesional que sus predecesores de Soundcloud o el EP Romántica (2021), este álbum homónimo y tardío lleva la experiencia (porque, en definitiva, Marttein es más una experiencia que un músico) a otro nivel.
El hondo bajofondo
Marttein es, antes que nada, un trabajo conceptual. Desde el vamos se propone como un disco pero a la vez como una película que recorre la noche porteña y sus más oscuras pesadillas. La historia transcurre de madrugada y en un bar perdido, sus calles circundantes. Un barrio de Congreso desértico y fantasmagórico por lo austero.
La oscuridad de lo que se dice y se muestra está acompañada por sonidos entre rockeros y electrónicos. Rescatando los restos del mito de una Buenos Aires que nunca duerme, ciudad de la furia, el clima es tan rockero como de rave. Hay una fiesta que nunca termina en la cabeza de sus habitantes. Y es que el álbum va de estos personajes siniestros y tristes: el falopero al que lo duerme el transa; el rezagado que se prostituye; el mal amante; el quebrado.
La historia no es más que una caída permanente, sin más auge que el débil pico de las drogas cortadas. Podría pensarse, por qué no, como un mal viaje en toda regla. Y es que la gira se cierra sobre si misma y culmina un regreso al hogar. ¿Regreso triunfal? Quizás el único triunfo que se puede pensar en estos términos es el haber podido regresar para, eventualmente, volver a empezar.
Nuestra parte de noche
Marttein tiene una selección increíble de feats que no hacen más que llevar hasta el fondo su propuesta. Entre el icónico Dillom para “Llamalo” y la enorme Juana Rozas que en su ascenso hacia referente ineludible del under participa en “Cachetazo”, podría pensarse que no se dejó ningún gusto sin dar hasta ver a la mismísima Mariana Enríquez en “Futurista”, reina del gótico contemporáneo. Los tres feats ponen de lo suyo para hacer al todo general, no son inclusiones caprichosas.
Nada, sin ir más lejos, parece capricho en el disco. Si algo salta a la vista en una primera escucha son las letras, tan atípicas e incómodas. Al margen de que pueda resultar más o menos chocante, hay un trabajo muy fino en la construcción de metáforas y la manera en que cada palabra en su fonología construye una impresión. Si a esto le sumamos el uso del lunfardo, damos con una operación que tiene algo para decir.
La experiencia, en suma, busca atrapar al oyente hasta volverlo cómplice. Es necesario querer formar parte del juego al que invita Marttein para sumergirse en los abismos de una Buenos Aires no tan popular ni turística para que muchos sabrán conocer; una capital que roza el conurbano y se demuestra repleta de antros y pintas. No es, evidentemente, algo para todo el mundo pero al mismo tiempo sabe sonar popular.
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Tremendo disco!!!!