juku ares quemarropa

Juku Ares muestra toda su personalidad en su álbum “Quemarropa”

El segundo tan esperado disco llegó, con una selección de invitados que se incorporan en cada canción con una intimidad tan particular como atractiva en cada caso.


Julián Ares Cremona AKA Juku Ares es uno de los cantautores que animan la escena actual con la canción popular como banderaQuemarropa es el sucesor de Nuestros (2021) y en él se despliegan las nociones que conforman su carácter y proveen al material de una personalidad. Una autenticidad propia de la experiencia del músico más allá de su trayecto artístico.

Si bien de las once piezas, hay cuatro que salieron a modo corte difusión y adelantos, las mismas adquieren otra importancia al conjugarse en una misma reproducción. Es así que con “Un circo”, la primera impresión se tiñe de un rock clásico, con un riff vertiginoso que va oscilando entre el apuro y el mareo que a veces viene solapado con la ansiedad del éxito. La canción expone un estribo final estridente donde el tiempo pierde su prioridad ante lo orgánico de la emoción, la corazonada, lo pasional. Mientras que de la canción se desprende la frase “La rebelión / es sol-la-si / tu corazón / dijo que sí“, como una expresión que antepone la simpleza ante la complejidad en la forma de decir y comunicar.

Con “Chico Buarque” el material empieza a erizarse con referencias de aquello que conforma el universo musical de Juku. Un relato de amor que, como siempre, existe a pesar de las contraindicaciones. A pesar de lo que uno sabe que puede fallar pero también mostrar aciertos en otros lugares más allá de lo romántico. Esta mirada cancionera, baladesca si se quiere, es uno de los recursos más fuertes en todo su repertorio. Una forma de concebir las líricas que encienden su propio fuego, con fricción, una suerte de concertación entre la retórica y la dialéctica.

Así es que “Rompí la mesa”, “Porque” y “Tutankamon” forman un bloque de conjugación que va más allá de lo instrumental. Actúan como un raid de contemplación, de introspección que es capaz de capturar y sintetizar la resiliencia de distintos reveses de lo personal. Como así también van plasmando la relación con el exterior. Con el otro y las formas de relacionarse a través del tiempo, con encuentros y desencuentros.

Con “Por venir” se presenta el feat. con Mora Navarro, siendo la misma música quien da el puntapié a la mitad del disco. El cambio de atmósfera se encuadra sobre una progresión minimalista. Con una tensión armónica cuando llega a la palabra “hablar” por primera vez, y el riff final que nos remite un poco a las primeras épocas de Arctic Monkeys. Se trata de un tema pilar de esta pieza por su cadencia que resulta representativa del álbum en sí. Con “Canción del fin” la impronta se tiñe de un idealismo receptivo como mántrico. La aceptación ante las adversidades y la contingencia marcada de andar por los bordes. Con un aprendizaje autodidacta a cuesta que se vale y nutre de los errores. No es casualidad que sea la canción que más se extiende, como una oda a sí mismo.

En el final aparece “Camarón” que, hoy por hoy, lidera las reproducciones. Ese feat. con Un Muerto Más cuenta con el encanto radial, ese espíritu idóneo del hit por excelencia. Un sello muy propio de las aspiraciones de Julián, algo que actúa en sincronía con el gusto popular por la música que invita, que contagia. Es eso que se puede repetir y no es casualidad el guiño al abrir una lata en el comienzo. En el cierre nos encontramos con “Hasta la mitad”, “Tiempo” y “No”, que paradójicamente le dan una apertura al final, lo vuelven abierto, suspensivo.

La última colaboración con Koino Yokan nos presenta un videoclip que complementa el imaginario y reafirma la búsqueda espontánea de formar puentes entre pasado y futuro. En las últimas canciones emerge, elemental, una reminiscencia en clave Los Rodríguez y también Charly García. Con un sutil sampleo de “estoy verde”, algo muy de los 80s que, logra consagrar conceptualmente el nicho rockero que constituye el álbum. Este disco es un circuito integrado. Un entramado de líricas delicadas protegidas por una musicalidad contundente con una estética indie que reviste una identidad old school.

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