La artista platense presentó su álbum debut con un show en vivo digno de obra teatral. Fotos: Marcos Francese.
Son las nueve de la noche y la vereda de Calle UNO, un centro cultural que está ubicado en el barrio Hipódromo de la ciudad de La Plata, está vacía. Al entrar un pequeño pasillo conduce hacia una especie de sala de estar donde un hombre recibe a quienes van pasando para pedirles su entrada o verificar sus acreditaciones. Una vez adentro, un cartel indica que se trata de un ambiente libre de humo. De cara al fondo una puerta y algunas ventanas enormes dejan observar un patio lo suficientemente extenso como para albergar una piscina, un horno de barro, una parrilla, una media sombra, algunas mesas y hasta un aro de basquet. Además, el espacio está repleto de murales, entre los cuales se destaca una especie de historieta en la que hay una mujer que mira hacia abajo. Por otra parte, hacía el lado izquierdo se puede ver una barra con un pizarrón de precios colgado en la pared y una puerta que lleva a la cocina, ubicada en el frente de la casa. En cambio, a la derecha se encuentra una habitación con un enorme escenario y otra puerta que determina en el camerino, que también tiene salida al patio.
Esa misma puerta se abre y se cierra a cada rato dejando entrever la mirada expectante e intrigada de Inés Mauri, quién esa noche presenta Pendeja, su primer álbum. La hora se consume entre salir al patio para fumar un poco o hacer amistades y volver a entrar para saber si la banda está por salir a tocar una y otra vez. De fondo suena música de la DJ Estefantastik que oscila entre la alternativa en inglés y el indie tanto nacional. A eso de las diez y media las cervezas y los tragos se van poniendo aguados mientras una chica avisa a todos los presentes que el show ya va a comenzar. Unas animaciones a cargo de Sabrina Weingart y Lisandro Peralta se proyectan sobre pantallas con forma de llamas de fuego y nubes ubicadas en los laterales del escenario. En el medio hay dos luces led de colores rojo y azul. En un instante el bajista Juano Loyola, el baterista Francisco Fornaroli y el guitarrista Fausto Fornaroli se suben vestidos con batas blancas. Es así que comienza a sonar música de suspenso mientras el percusionista lo intensifica tocando los platillos. De esa forma, Inés aparece con una bata negra para ponerse de espaldas al público tomándose la cabeza con las dos manos hasta comenzar a tocar el tema que da nombre al disco.
Con una Mauri que llora como si algo le estuviera molestando porque no quiere estar “buscando escapar”, a este tema le sigue “Tapada”. La cantautora inspecciona al público de un lado al otro y se inclina de tal manera que pareciera estar arrastrando algo con el peso de su cuerpo. Los rasgos faciales también juegan un punto importante; su ceño se frunce, su mirada se achina y sus cachetes se ponen colorados. Se trata de una canción lenta con tanto sentimiento que al parecer le hace fluir y transportar la sangre a cualquier parte de su cuerpo en la que la necesite. Esto cambia con “Ingrata”, una canción en la que se la nota más descontracturada y relajada bailando al ritmo de aquel pop funk. En esta parte la vocalista suspira y cierra los ojos como intentando buscar la paz en lo más profundo de su ser. Por ese mismo camino pasa su voz, que se desliza de manera suave y cómoda entre los tonos graves y agudos en un equilibrio casi perfecto.
De a poco el ambiente se va volviendo más pesado y el público comienza a bailar moviendo la cabeza en sincronía con la música. Como si Inés hubiese planeado cada momento con el trazo más fino posible y una sensibilidad digna de admirar comienza a tocar “Malas amistades”, una canción de la mexicana Vanessa Zamora. Mientras que la versión original se mantiene en una mezcla entre el pop y el r&b con un piano predominante, Mauri quita este último instrumento del plano para llevarla a su estilo con una guitarra y una linea de bajo mucho más presentes y rudas. De esa forma, le brinda la oscuridad necesaria para desembocar en el estribillo: “Y me quite la luz de la luna para ocultarme de esta tortura porórque la vida a veces es dura”. El punto máximo de expresión llega cuando la artista se quita la bata para relucir un sostén deportivo y un short, ambos negros. En este momento la artista se pasea por el escenario mientras señalando constantemente con la mano hacia arriba y hacia adelante quizás queriendo dejar en claro que para ella esa es la realidad. Algo a destacar de esta versión es el solo de Fausto, quien a mitad de la canción pone al público al tanto del nivel de músicos que acompañan a Inés.
El nombre del disco se va haciendo cada vez más presente en la imagen de Mauri a medida que pasan los minutos. Y es que ella se autopercibe de esa manera no solo por su edad, sino también por el erotismo y lo irreverente de la palabra; ser “pendeja” es molestar, irrumpir en el orden social. En ese sentido, Inés forma parte del colectivo LGTBIQ, gestiona el sello transfeminista GEMA Discos y es fundadora del festival interdisciplinario “M.A.R.T.A.”. De hecho, la canción que sigue es “Manos”, definida por la artista como “el primer tema lésbico” que escribió. De pronto su figura se funde en un huracán de violencia con juegos de miradas un poco estrategas como si estuviese luchando contra alguna especie de fuerza extraña, como si realmente respondiera “a sus ritmos violentos”. Es quizás una de las grandes canciones de la noche, aquellas en las que Inés pone toda su energía¡ a disposición para generar el impacto necesario en el público; la artista salta, pega patadas voladoras y hace lo que sea para dar esa sensación de película de acción.
Pasadas las once de la noche, Inés se sumerge en el desamor con un cover de “Casi extraños”, tema que pertenece a la cantautora argentina Delfina Campos. Para esta canción toma una telecaster fabricada por el mismo Francisco Fornaroli para hacerla suya al invidesquitarse rasgando las cuerdas. Sin embargo, el peso del instrumento no le apacigua el impulso de bailar y cada tanto lanza algunos pasos muy acotados. La vocalista hace de esta obra algo tan propio que no puede controlar esa electricidad que produce la libertad y el poder decir “Si te viera o ya no, latiría fuerte mi corazón”. De esa manera le abre paso a “Secreto”, una canción inédita con toques reflexivos acerca del amor. En ese instante los otros músicos se bajan del escenario para dejar a Inés sola. Mientras toca su mirada se pierde en el aire y una leve sonrisa se impone en su cara delatando que le vino a la mente alguna imagen bastante placentera. Es como si para ella el público se hubiera borrado y ahora se encuentre en la intimidad de lo que podría ser su cuarto o alguna sala de ensayo.
Esa sensación de serenidad se ve corrompida con “Miedos”, un pop electrónico que invita al público a poguear y desquitarse de contra las ataduras impuestas por el patriarcado al ritmo de “Perderá, perderá el poder”. En ese preciso segundo donde comienza la canción algo mágico une a todos los que presencian el show; el suelo comienza a retumbar y hasta incluso se pueden oír algunas voces corear la introducción. Esta canción es quizás la más enérgica en todo el repertorio de Inés, lo cual tal vez se deba al momento que está viviendo el feminismo en cuanto a conquistas de derechos y marchas para reclamarlos. Además, la versión grabada cuenta con la participación de Carmen Sánchez Viamonte, otro icono del rock feminista que no está presente en la presentación. A pesar de esto, Mauri logra emular la potencia de la canción saltando de un lado al otro de manera intensa como si fuese parte del público mientras sus pelos rebotan en el aire.
Todo parece encajar a la perfección, y como si fuera poco luego de terminar esa canción la cantautora recuerda que se cumplen 71 años de la aplicación del derecho a voto femenino. Asimismo, pide que se sigan ampliando derechos, sobre todo en cuanto al movimiento LGTBIQ. En esa línea se lanza al vacío con un cover de “Mujer contra mujer”, tema compuesto por José María Cano en 1986 y publicado por el grupo Mecano en 1988. En Argentina esta canción es reconocida bajo la versión realizada por Sandra Mihanovich en 1990, quien es un símbolo de la lucha disidente. El silencio vuelve a inundar Calle UNO, pero esta vez con banda y no tanto en un sentido introspectivo, sino más bien de esperanza y de sueños. La voz de Ines se torna angelical y sus movimientos dejan de ser bruscos por un corto tiempo hasta que al final estalla a los saltos alentando nuevamente al pogo y el baile.
El final va llegando y con él las doce de la noche, aquella hora crucial para comenzar a lanzar esos “pasos prohibidos” e intentar conquistar a alguien. La vocalista no es ajena a esto y junto a la banda lo impulsan al tocar “Lo que veo”, tema en el que colabora con Loyola. Los toques dance y la sensualidad de ambas voces hacen que el público se relaje y entre en una especie de trance con la noche. Esa idea de que “No todo el mundo duerme a estas horas del día” genera una cierta adrenalina sexual, la sensación de estar rompiendo con algún esquema social o con alguna ley. De repente todo alrededor se torna lento y seductor. Tanto Inés como Juano son dos artistas que saben como generar el roce entre cuerpos a través de sus canciones y de lo estético. Esto lo dejan bien demostrado no solo en la totalidad de “Pendeja”, sino también en “Melanco – Dance”, el disco solista del bajista ex Vicerboy que contiene esta canción y que también fue lanzado este año.
El recital vuelve a su ritmo con “PAKI”, una canción que con la que Mauri logra identificar al público en la letra mediante la decepción amorosa, aquel no poder ser lo que la otra persona busca pero a su vez enamorase de quienes pueden lastimarte. De alguna manera u otra quienes están allí presentes la cantan a pecho y alma como si fuese propia, como si el sentimiento se arraigara a sus corazones tomandolos por completo y en ese suspiro quisieran decir “Yo también lo viví”. A su vez, la artista no deja de ser expresiva; mientras baila, con la mano izquierda sostiene el micrófono y con la derecha tapa las luces que le alumbran de frente entrecerrando sus ojos como si no pudiera ver al cantar “Siempre encandilada, promesas que no cumplió”. El término “paki” se utiliza para denominar a las personas heterosexuales/heteronormadas, aunque también sirve para hablar de consumos culturales, formas de hablar, lugares o comportamientos. En ese sentido, a través del título la cantautora busca reflejar las vivencias de una lesbiana vinculándose con chicas heterosexuales.
Como Inés había anunciado que “era la última canción”, aquel tema tan identitario para sus oyentes parecía ser el final. Sin embargo, el grito desaforado de la gente al clásico pedido de “¡Una más! ¡Y no podemos más!” llama la atención de toda la banda. A pesar de no tener más repertorio, ese deseo de que el show no se termine sin saciar la sed de los que asistieron les lleva a repetir “Miedos”. Para su sorpresa, al tocarlo se termina generando la misma energía que se había producido la primera vez con un público totalmente exorbitado que corea hasta quedarse sin voz. Esta obra termina siendo el broche de oro final para el recital y la apertura hacía una noche que continúa entre algunos clásicos del dueto pop Miranda y otros hits pasados nuevamente de la mano de Estefantastik. La presentación de Pendeja satisface toda expectativa dejando en claro que Mauri es una artista multifacética y que tiene mucho más para ofrecer a futuro.