ĒGIDA emilia salum

Emilia Salūm logra construir un mundo propio en “Ēgida”

El álbum debut de la cantautora juega con variados géneros e instrumentación, desdibujando sus bordes.


Ēgida es el primer álbum solista de la cantante y compositora Emilia Salūm, pero su prolijidad y sofisticación poco tienen que ver con esa aspereza que a veces atribuimos a las óperas primas. Por el contrario, el trabajo se anima -con éxito- a algo que no todos los discos son capaces de lograr, incluso menos en las etapas iniciales de una carrera: proponer un universo sonoro propio y consistente. 

Lejos de ser una colección de temas, Ēgida es un mundo en sí mismo, guiado por las ambiciosas inquietudes artísticas de su autora. En él, sonidos acústicos y electrónicos, gentiles y disruptivos, se entremezclan desdibujando sus bordes. Si tuviéramos que definirlo en términos de género, sus gestos experimentales y poéticos nos podrían llevar a apelar a una categoría vaga como el “art pop”. Esto, para no decir que, en realidad, escapa a la clasificación: hay guitarras pero también beats, juegos con arreglos orquestales, incluso un poco de jazz, y hasta pasajes ambientales. Pero lo mejor de todo es que nada suena forzado: es un preciso rompecabezas.

Las primeras notas del álbum son gentiles. La canción que da nombre a la placa nos da la bienvenida entre teclados dispersos y sonidos de cuerdas flotantes: la atmósfera es frágil y podría quebrarse en cualquier momento. Y en efecto, “Kintsugi” irrumpe a continuación con fuerza, entre percusiones entrecortadas y melódicas líneas de piano. “Unir las piezas es belleza”, dice Salūm en el tema, y en este caso hay que darle razón. Los elementos se suman graduales, sutiles, cada uno dando su propio matiz a las composiciones. La descripción de un álbum como ideal para la escucha atenta es caprichosa -¿acaso no todos la merecen?- y en cierta forma un cliché, pero aplica: en Ēgida, las cosas se suceden en un abrir y cerrar de oídos.

“Joda nova”, corte de difusión del álbum, marca una novedad al avanzar montada sobre un pulso electrónico. A pesar de un background en la música de cantautor de vieja escuela, Salūm se reconoce también inspirada por intérpretes contemporáneas como Björk, y quizás algo de la islandesa hay en la forma en que experimenta con distintas sonoridades. Temas como “Corazón cazador” y “Kronos”, por su parte, juegan con fraseos y ritmos cercanos al soul y el jazz. “Salí salí salí”, en cambio, muestra que a Salūm los riffs rockeros le calzan igual de bien.

Hay un concepto general que atraviesa la placa que es el del movimiento. Hablando del disco, su intérprete lo describió como uno marcado por el viaje y las epifanías cotidianas. Esto se hace particularmente patente en canciones como “Las dos”, una balada desnuda que intercala el suave arrullo de la artista e instrumentación mínima junto a grabaciones de campo de un aeropuerto -un último adiós a alguien antes de una partida, quizás- a gran efecto. En el previamente citado “Joda nova”, en cambio, fragmentos de conversaciones perdidas aparecen y desaparecen del foco, contextualizando y dotando de realismo las viñetas de Emilia.

Esos viajes que inspiran a la cantautora la han llevado ahora a una gira europea, con paradas pactadas en España, Alemania y Bélgica, entre otros países. En tanto, la presentación oficial de su álbum debut en Buenos Aires se espera para principios de 2023. Habrá que esperar un poco más, pero que valdrá la pena es una apuesta segura.

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