Catalina Ammaturo chica violeta

“Chica Violeta”: Catalina Ammaturo pinta un cielo triste en su álbum debut

Desde zona sur del conurbano bonaerense, Catalina Ammaturo combina melancolía y violencia en un primer disco cargado de rock.


Chica Violeta es un derramar de emociones que se vuelca sobre la ciudad hasta pintarla de tonos fríos. En su primer disco de estudio, Catalina Amamaturo supo volcar qué se siente ser joven en un mundo tan inhóspito, cómo se siente la soledad en una ciudad tan inmensa. Hay una melancolía de empezar a vivir y hallarse desencantado, una suerte de duelo por lo que no puede ser. Así, la paleta de colores con que pinta Buenos Aires, único escenario posible para Chica Violeta, se cierra casi exclusivamente a los de las noches de tormenta.

Como disco debut no tiene un pero. Ammaturo trabajó suficiente tiempo en Chica Violeta como para darle una consistencia estética y conceptual a la vez que un sonido fácilmente identificable con su identidad. Chica Violeta suena tanto a Lana del Rey como a Amy Winehouse sin dejar de ser rock. Su poética melancólica y derrotista no opaca una violencia potencial que duerme por debajo de su voz melosa y cautivadora. No deja de tener esa vibe de femme fatal destruida que maneja Lana, así como su contemporánea Blair.

Atrapada en el reverb

Chica Violeta tiene una estructura que apela a las narrativas más tradicionales: introducción, nudo y desenlace. Explícitamente marcado con “Intro”, “Interludio del Chico Violeta” y “Chica Violeta” para cerrar con el track que da nombra al disco, se puede observar la intención de contar. El hilo conductor de Chica Violeta también es un concepto recurrente a lo largo de la obra. El reverb como figura inasible, como aquello que perdura en uno aún cuando en realidad cesó. Así Ammaturo trabaja sobre lo que en realidad ya no existe más que como recuerdo. Lo inaprensible, todo aquello que no puede ser explicado más que a través de la poesía.

La tristeza subyacente a lo largo del disco remite a un duelo inacabado, una pérdida que no quiere ser asumida. La violencia entra como contrapunto frente a un mundo que no deja de recordar esa ausencia. Así, Ammaturo encarna el rol de diva destruida que se entrega a lo más bajo. “Algo cerca a vos / dependencias baratas / te espero en la zona de fumadores / ya me amigué con mis adicciones“, canta en “Zona de fumadores”.

El reverb como eco también se presenta como un ciclo inacabado, un circulo vicioso (porque no hay virtuosismo posible en Chica Violeta). Es el fantasma de un recuerdo que solo permanece en tanto uno se aferra a él. “Qué querés de mi / Yo te doy todo“, abre en “Estéreo”, “Me das lo justo / Para atarme entre los dos“. La presencia del otro (¿Chico Violeta?) siempre se propone difuminada e imposible. “Podemos poner música en mi estéreo viejo / Fumar de lo que fuimos solo por diversión / Tentarnos hasta ver quien pierde primero / Hacer como que el tiempo no nos ganó“. La dinámica entre la narradora y el otro perdido no puede ser otra que la de la repetición necia que no conduce más que a la propia mutilación. “Nadie me entretiene cuando corresponde / Botella y cenicero de velador / Como distracción / Recordar tu olor“.

Chica Violeta

Ammaturo construyó Chica Violeta como un viaje hasta lo más hondo del duelo. Hay una pérdida que se descubre a lo largo del álbum, dispuesto para ser escuchado de principio a fin. De esta manera, cada track se enlaza al siguiente para ser oídos de un tirón, como en trance. La intención está en transmitir la pérdida que atraviesa la narradora como si fuera una misma la que sufre. Y es que en realidad apela a un sentimiento prácticamente universal, pero con una sutileza y madurez difícil de hallar en un disco debut.

Cuando no parece haber salvación y la luz no penetra en el cielo encapotado de la Buenos Aires que tiñe Ammaturo, el desenlace del álbum da a entender que el ciclo va a terminar por romperse, que la tragedia es una pose casi caprichosa de una juventud que hay que dejar atrás. “Voy a teñir a todo Buenos Aires / hasta que no me arruine nunca más / mujer fugaz / ¿de qué escapás?“. Entonces el eje conductor de Chica Violeta se desdobla e invita a preguntarse el verdadero objeto del duelo. ¿Se sufre por la pérdida del otro, el “chico violeta”, o por la pérdida de una, la chica violeta, que se convierte entonces en otro?

El duelo marca Chica Violeta, pero arroja la responsabilidad hacia el otro lado. Interpela porque es un sentimiento imposible de evitar, pero obliga al oyente a hacerse cargo de romper ese círculo vicioso que consume a Ammaturo. La cuestión está en dejarse cautivar por la voz melosa de esa diva devastada y entregada a lo peor de sí, desconcertada y arisca frente a un amor que no puede ser o hacer el esfuerzo, aún más doloroso, de reconocer qué es lo que se perdió.


Escuchá Chica Violeta en Spotify.

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