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Marilina Bertoldi sacude el rock con una bofetada en “Para quién trabajas”

La pregunta del título no es un interrogante: es una afirmación encubierta. Y su fuerza no está en la respuesta, sino en el hecho de que se diga. Porque en este álbum, lo que importa no es tanto lo que se denuncia, sino el derecho a decirlo sin pedir permiso.


En Para quién trabajas, Marilina Bertoldi no busca agradar, ni explicar, ni complacer. No viene a dejar mensajes claros ni a encajar en un relato ordenado. Hace un disco de diez canciones donde todo se mezcla: rabia, ironía, deseo, vulnerabilidad, crítica, juego. Y en esa mezcla aparece una artista que no está tratando de ser entendida, sino de hacer exactamente lo que quiere.

La Bertoldi de este disco no está buscando impacto: lo genera. A veces desde el ruido, otras desde el silencio. El gesto político no se resume a una crítica directa al contexto argentino, aunque el contexto está ahí, atravesándolo todo. Se cuela en los cortes, en las letras, en las decisiones estéticas. Hay canciones que suenan sucias, rotas, distorsionadas, como si respondieran a un malestar acumulado. Otras, en cambio, suenan limpias y melódicas, pero no por eso menos cargadas. Hay una incomodidad que atraviesa el álbum, que se expresa a veces con violencia y otras con ironía, pero que nunca se disfraza.

Lo más potente del disco es que Marilina no se acomoda. No le canta solo a los enemigos externos, sino también a los internos. Hay algo muy físico en este trabajo: el cuerpo está presente en todo momento, como espacio de resistencia, de deseo, de cansancio. Es un cuerpo que se sacude el deber ser, que se permite estar harto, que se sostiene como puede. La idea de la “autoestima” aparece más de una vez, no como concepto de autoayuda, sino como mínimo necesario para sobrevivir. Como una forma de cuidarse cuando todo alrededor exige entrega.

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En lo sonoro, Para quién trabajas es un disco fragmentado pero no disperso. El caos está contenido, no porque se reprima, sino porque está estratégicamente canalizado. Hay temas que arrancan suaves y terminan incendiados; otros que amagan con romper y se quedan en el umbral. Esa tensión permanente entre control y estallido refleja con claridad la época que atraviesa: la sensación de estar siempre al borde de algo, sin saber si va a caer o si va a explotar. Bertoldi convierte esa inestabilidad en materia prima.

Este álbum también habla desde un lugar que el rock pocas veces habitó con tanta frontalidad: el de una mujer lesbiana, artista, que no negocia ni disimula. No necesita explicar desde dónde canta: lo que hace es cantar desde ahí. Y eso, en un género históricamente masculino y heteronormado, ya es una irrupción. Pero Marilina no se presenta como excepción ni como víctima: se planta. Se burla, se corre, se pone en lugares incómodos y los habita sin pedir disculpas. Esa es una de las marcas más intensas del disco: su deseo de no ser digerible.

Para quién trabajas no es un álbum conceptual en el sentido clásico, pero hay una narrativa subterránea que lo recorre: la de una artista que está harta de ciertos moldes, que se permite reírse de lo solemne, y que al mismo tiempo sostiene un nivel altísimo de compromiso con lo que hace. Las referencias musicales al rock argentino aparecen y se deforman, no como homenajes sino como apropiaciones. Como quien dice: yo también vengo de ahí, pero voy por otro camino.

Este disco incomoda porque no ofrece una lectura única. Porque es político sin panfletos, íntimo sin solemnidad, experimental sin alardes. Marilina Bertoldi está en un momento donde no tiene que demostrar nada, y eso le permite arriesgar más que nunca. Para quién trabajás no busca quedar bien con nadie. Y en tiempos de sobreexposición, corrección y algoritmos, eso ya es una forma de coraje.


Escuchá Para quién trabajas de Marilina Bertoldi y más lanzamientos del 2025 en nuestra playlist de Spotify.

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