Winona Riders Obras

Winona Riders en Obras: cómo romper el techo

Con cuatro horas y media de rocanrol, la banda demostró por qué es uno de los grupos emergentes más importantes de la actualidad, consolidándose con un show único en el mítico templo del rock.


Winona Riders llegó al Estadio Obras Sanitarias y se consagró en una noche de rocanrol sin tregua. El grupo apuesta todo el tiempo a más en cuanto a la capacidad de los lugares donde toca, como también en la duración de sus espectáculos. La banda transitó la previa ensayando hasta catorce horas diarias, según informó la periodista María Road. El resultado fue que la banda pisó fuerte y dejó su huella en un templo de la música nacional con un show impecable de casi cuatro horas y media, desafiando la cultura de la inmediatez y dándose el gusto de desplegar la totalidad de su discografía.

Cerca de las ocho y diez de la noche, en la Avenida Libertador el viento fresco empujaba hacia adentro, donde ya sonaban los primeros acordes de una noche que se sabía larga. Winona Riders empezó el show con clásicos como “Abstinencia” y “Anton”. La noche olía como huelen los recitales de rocanrol y empujaba el sonido del Oeste, con “CBGB” y una versión acelerada de “¿Así qué te gusta hacerte el Lou Reed?”. El estilo psicodélico de la banda asomó la nariz con “Bailando al compás de las armas enemigas” y un outro inter espacial.

Winona Riders Obras
Fotos: Charlie Riobueno

La banda se retiró del escenario y subió El Sindicato del Drone, especialistas en crear ambientes a partir de notas sostenidas: un match perfecto con la banda convocante. De a poco y con los invitados haciendo lo suyo, fueron entrando de a poco los Winona, para hacer “¿A qué suena la revolución?”.

La ceremonia que proponen tiene distintos ritmos, y la banda maneja el ritmo como si fueran los directores de una película. Nunca se apuran. Esperan que cada nota, cada novedad, caiga por su propio peso.

Winona Riders Obras
Fotos: Charlie Riobueno

Cerca de la mitad de la noche, la banda encaró la segunda parte del show con toda la fuerza del tándem que inaugura El sonido del éxtasis (2024): “Falso detox” y “Dorado y púrpura”. El grupo funciona como siempre y Gabi Torres Carabajal destacó en temas como “No hay nada más en mí”, haciendo las veces de frontman, recorriendo el escenario y moviéndose frenéticamente a través de su pandereta.

De repente se acelera el ritmo y la intermitencia de luces rojas simula una persecución a toda velocidad en la autopista. La banda sigue el impulso con “D.I.E. (Dance In Ecstasy)”. El setlist continuó con “Dopamina” y “Revolver”, preparando el terreno para llegar al dúo “A.P.T (American Pro Trucker)” y “680/680”, donde el aire se fue tensando hasta explotar abajo del escenario, con pogos arremolinados cada vez más grandes.

Winona Riders Obras
Fotos: Charlie Riobueno

La banda ralentizó la noche y da paso a la sensualidad con “Sácame el cuero”, “Separados al Nacer” y “Penetrame”, temas en los que el bombo y el caminar del bajo te van llevando y poniendo en marcha la maquinaria humana.

Winona Riders cerró la jornada como lo que es: la expresión más potente del momento. Se puede decir que es la más arrogante o la más provocadora, sin embargo su potencia es un hecho incontrastable y su llegada a un nuevo público, una celebración. Cuando te cruzás con Winona Riders no los podés esquivar. 

Winona Riders Obras
Fotos: Charlie Riobueno

En un show de cuatro horas es difícil llevar la cuenta de qué temas faltan, pero en la cabeza de todos los presentes quedaban tres. En primer lugar, “Antes de que el diablo llegue a casa”, más tranquilo, ceremonial y con una letra oscura, y con un outro largo con guiños a “Sympathy for the devil” de Rolling Stones. Después, “V.V.”, donde el público estalló en el tema más provocativo de la banda, que habla de la vicepresidenta de la nación, su bombachita con esvásticas y sus vínculos personales con los genocidas. Ari Mirabal Nigrelli, voz principal de la banda, prueba acá su magnetismo: canta los versos con asimetría y todos abajo de las tablas boquean en silencio a ver si logran coincidir con su voz, que también propone un cambio de roles: “¿Y quién va a ser el torero? / ¿y quién va a ser el toro?”. Por último, la banda cerró la noche con “Joel”, clásico de clásicos con conceptos intrínsecos al universo de Winona: Brian Jones, la sangre, las drogas.

La banda cosechó lo que estuvo sembrando: fascinación y odio. En las redes sociales se pone áspera la discusión cuando se juntan las palabras “Winona” y “Riders”. En el plano del odio aparecen los paladares negros de la música y los sommeliers de revoluciones. Ellos hoy no merecen palabras. En el plano de la fascinación -al igual que su puesta en escena en Obras-, las luces sobre la banda engrandecen su figura. Su base de pibes y pibas sigue creciendo y acelerándose a cada paso, pero Winona Riders probó con esta fecha en Obras que traspasó los muros de su propio nicho, llegando a un público más grande que no distingue edad, género, clase social ni estado toxicológico. No se acercaron a ver la cosa de cerca, fueron a formar parte del ritual. Bienvenidos Winona Riders a la masividad, no se pongan cómodos: el enemigo es el conformismo.

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Fotos: Charlie Riobueno

 

Fotos: Charlie Riobueno
Fotos: Charlie Riobueno
Fotos: Charlie Riobueno
Fotos: Charlie Riobueno
Fotos: Charlie Riobueno

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