Este sábado 13 de abril la artista le dijo adiós a su último material conceptual que combinó El Valle Encantado y Lxs Infernales, con artistas invitados y un sinfín de climas y escenas.
Feli Colina llegó de Salta a Buenos Aires hace un tiempo. Se la conoce por haber pasado de tocar en el subte a grabar en el mítico Abbey Road. Una historia tanto de superación personal como de confianza plena en la intuición y talento. Aunque no parezca, pasaron cinco años desde la salida de Feroza (2019). Apenas tres años después, le dio vida al universo agreste con sonidos folclóricos de El Valle Encantado (2022) y a su secuela Lxs Infernales (2023), donde conjugó sus orígenes e influencias.
En sintonía, la fecha de este sábado 13 de abril en el Teatro Coliseo fue una apuesta a la producción nacional, una reivindicación de nuestras raíces y un abrazo a la canción latinoamericana. En la escenografía predominó el rojo sangre, Infernales de Güemes, rubí, lava. Cuando el telón se abrió, dejó al descubierto un volcán gigante que funcionaba a la vez como entrada y salida de los músicos. Lo que en realidad erupcionaba de él, era el deseo de compartir arte, música, patria, poesía. El vitoreo del público fue sinónimo de agradecimiento; y su silencio, de comunión y entrega.
La apertura fue de Julia Zappa, quien solita con su guitarra cosechó cientos de aplausos. Se vislumbraba lo que venía: “Chau, Madrid” fue en honor a Feli. Después, se hizo presente el Coro del Café que, dirigido por Sofía Carolina Romero, abrió el espectáculo interpretando “La llave maestra”. A su paso, Felipe Romeo dio la bienvenida con su poesía “Gracias”, el recitado introductorio de “Lxs Infernales”. Eran los primeros invitados a un paisaje autóctono, donde no faltaron hadas y criaturas salvajes.
Feli Colina emergió del volcán como una guerrera, con apliques de cuero negro y un microtul fiel a su estilo para pronunciar las estrofas de “Aguatera”, seguidas del estribillo de “Martes” y unos versos de “De dónde salió todo eso?”. Las canciones iban y venían sobre un colchón de coros celestiales y percusiones fantásticas. En medio de “Chakatrunka”, Valentina Brishantina interpretó “Muñeca inflable”, de su libro Algún día tendremos dinero.
Ese inicio power a todas luces desembocó en oscuridad. Acompañada por el coro y el piano de Lisina Pichón, Feli interpretó “Sueños” de María Martha Serra Lima. Conce Soares, la percusionista, sumó su voz con la canción original “Sonhos” de Peninha. “El Orden Sagrado”, a solas con el piano y una Feli de voz quebrada, se llevó las lágrimas de más de unx. Fue un recordatorio del aquí y el ahora, para bajar las revoluciones y caer en la cuenta: no estábamos ante cualquier recital.
Era tan sólo el primer acto y había sido un sueño: las coristas seguían interpretando “Martes” y, sobre ellas, Feli cantaba “Chimi”: “Me desperté sabiendo que era el día / lo siento, suenas a esta melodía”. Luego, vino el impasse: la cantautora Lola Cobach, quien ofició de corista durante las dos horas del show, pasó al frente de batalla para interpretar “Susurrito”, mientras su coequiper la vocalista y multiinstrumentista Annita Margarita la acompañaba en piano.
La segunda parte del show fue la más candente. Feli rasgó su vestidura con un cuchillo y pasó de guerrera a diosa pagana. El recitado de “No me arrepiento de este amor” y “Babalú” sonaron como ofrenda. El bajo de Tuti Andrenacci completaba la banda y se inclinaba por una base tanguera. De inmediato salió Florián para hacer “Condenada”, el sencillo que sacaron juntos en noviembre del año pasado. Las luces seguían con el mismo tono: rojo pasión, carmesí, Sandro, “Trigal”. “Familia” dio paso a un tercer momento, en él apareció un duende que amenazaba con morder a Felicitas, una criatura fantástica propia de El Valle Encantado. Se la llevó “El avenido”, entrecruzada con “Sagitario” y “Diabla”. Esta última obligó al público a pararse para bailar y corear a los gritos. Estaba llegando el final y lo sabían.
Rojo Infernalxs del Valle Encantado, corazón guerrilla, Misa Criolla, “Gloria”. Las luces se apagaron y, tras interpretar “Caballo”, Feli quedó tendida en el medio del escenario. Un hada, encarnada en La Piba Berreta, hizo un hechizo para despertarla. “Chakaymanta” fue la antesala de un cierre punk folclórico con “Doña Ubenza”, el tema de Chacho Echenique que cuenta la historia de una coplera salteña: “Valles sonoros de pedregal / Piedra por piedra el viento va…”. Era la síntesis perfecta de un show que tuvo como protagonistas surcos corales plagados de matices, ritmos de tambores, congas, cencerros, adornos de chajchas y una lista interminable de arreglos, invitados, artistas, creadores. Todxs poguearon. “El final del show es un resumen de mi último año, un guiño a lo que se viene y una declaración de principios”, había adelantado Colina en sus redes.
El Valle Encantado tuvo al frente del pelotón a una diosa guerrera un poco Björk, otro poco Mercedes Sosa pero con el claro relincho de “una cantora gritona como buena norteña”, como Doña Ubenza. Feli Colina tomó un párrafo de Castaneda: “La Libertad. Quería liberarlos de la convención perceptual y les enseñó a ser artistas. Acechar es un arte. Para un brujo, puesto que no es mecenas ni vendedor de arte, la única importancia de una obra de arte es que puede ser lograda”. Y el espectáculo en el Coliseo la consagró.