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“The Light for Days”: el genio y la versión íntima de Jacob Collier

Tras un extraordinario cierre de la consagrada serie Djesse, el galardonado “Mozart de la generación Z” propone un nuevo proyecto que retoma su dimensión íntima y minimalista.


Se podría argumentar que una guitarra y una voz son elementos mínimos para generar algún tipo de musicalidad. Sin duda, ese planteo podría aplicar a varios; aunque, definitivamente no a Jacob Collier. Con la magia y capacidad creativa, con el minimalismo de esos objetos, solo fueron necesarios cuatro días para que el eximio multiinstrumentista inglés terminará su último álbum, The Light for Days, una búsqueda totalmente distinta a la consagrada serie Djesse: de la multiplicidad de voces, a una sola que represente la voz universal.

El nuevo trabajo debe escucharse a partir de los diversos paisajes, experiencias, compañías y paseos solitarios que Jacob propone a través del material audiovisual. Cada canción cuenta con un video que refleja y relata aquella posible imaginación que inspiró al genio, y que fue traducida a partir de su guitarra y las variaciones vocales. Así, rodeado de naturaleza, de inocentes rostros, de paisajes desconocidos, cada tema propone una conexión particular que, en su conjunto, conecta con la dimensión más íntima del artista.

Siguiendo esa guía, el álbum cuenta con once canciones integradas por composiciones propias y versiones que han influenciado la sonoridad de Collier, tales como “Norwegian Wood”, canción de  The Beatles; o como también “Fairytale Lullaby”, del compositor John Martyn, “Keep an eye on summer” de la banda The Beach Boys, al igual que “You can close your eyes” en homenaje a James Taylor. Sus canciones, como las versiones que propone modificar a través de su destacado trabajo de re-armonización, parten de la misma búsqueda: explorar desde los fundamentos mínimos la potencia de la musicalidad.

Si bien todos los temas logran ese objetivo, el final con “Something heavy” expresa cabalmente la liberación, la profundidad, que la ligereza de cada rasguido de guitarra alcanza. De hecho, es la única canción que se permite incorporar un apagado piano como acompañamiento, sin invadir la expansión de la grave voz de Collier, que propone abandonar las cargas y ceder al viento simulando el recorrido de un globo que observa desde su altura una tierra de promesas, de alegrías y sutiles lamentos. La emoción de esa canción concluye, y tal vez sintetiza, todas las anteriores. 

Luego de su visita por Argentina, y de una inagotable gira internacional, el genio continúa. Siempre es difícil clasificar a un artista de una condición musical tan lograda, y de una profundidad humana capaz de olvidar diferencias e integrar fronteras, culturas y sueños tan variados. Jacob Collier es música; es un representante del arte que suma, aprende, explora y que transmite inmensidad, amor, universalidad y éxtasis. Su nuevo álbum explora una dimensión que, en otras ocasiones, ofreció a su público desde el escenario, pero que ahora es posible disfrutar ininterrumpidamente. Que así sea, y nunca se detenga.

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