Tame Impala Deadbeat

Tame Impala busca redención en “Deadbeat”, su noche más larga

Tras cinco años de espera, el artista australiano vuelve con su quinto disco de estudio y muestra al mundo su lado más electrónico y desangelado.


Después de cinco años de espera, Tame Impala volvió con Deadbeat, su quinto disco de estudio, que —en sus palabras— está inspirado en la cultura australiana y, en particular, en la escena local centrada en Margaret River, en Australia Occidental, durante los años 90s. Deja así de lado la psicodelia de Currents (2015) o The Slow Rush (2020) para adentrarse de lleno en un mundo más oscuro y electrónico.

El disco abre con “My old ways”, que comienza solo con un teclado y la voz de Parker distante, con un dejo de melancolía, algo que será recurrente en las letras del álbum. Poco a poco suena el bombo y la canción comienza a tomar ritmo, hasta que al final aparecen todos los demás instrumentos. Aun así, el sonido mantiene cierta timidez mientras Kevin avisa: “Back into my old ways again (De vuelta a mis viejas costumbres otra vez)”.

Pero, como anticipó el australiano, lentamente vamos a ir metiéndonos en la noche, y “No reply” aparece como la puerta a lo que se avecina. Entre tintes pop y electrónicos, poco a poco se va encendiendo la pista. Espiritualmente, la letra sigue mostrando la faceta que atraviesa como padre primerizo y esa búsqueda por mantener todo igual: “I tried to do it right, every time (Intente hacerlo bien cada vez)”. Sin embargo, el piano del final, que se va en fade out, lo muestra desangelado y aceptando que está muy lejos de conseguirlo.

Lejos de quedarse en el lamento, ahora sí comienza la fiesta. “Dracula” abre esos paisajes house y psicodélicos a los que Parker nos tenía acostumbrados, con el bajo y los sintetizadores logrando un ritmo groovero y atrapante. “Daylight makes me feel like Dracula, In the end, I hope it’s you and me. In the darkness, I would never leave you (La luz del día me hace sentir como Drácula, al final espero que seamos tú y yo. En la oscuridad, nunca te dejaría)”, canta en un himno por hallar el amor en los confines más oscuros.

“Loser”, salvando las distancias, retrotrae al Tame Impala de Innerspeaker (2010), con protagonismo en los riffs de guitarra. Con voz de derrotado y la batería marcando el pulso, el artista utiliza esta pieza como transición del disco, mostrando —en loop, tanto musical como sentimental— el pozo en el que alguna vez pudo haber estado.

“Oblivion” puede verse como un punto de inflexión dentro de Deadbeat y quizá la composición más peculiar de toda la carrera de Kevin. De repente aparece una base reggaetonera en clave lofi y pasada por un filtro más techno. Es como si de pronto le hubiera surgido Bad Bunny en el aleatorio de Spotify y hubiera dicho: “hay algo ahí”. Para los más conservadores, un tema polémico; para otros, quizá, una obra maestra más de Tame Impala.

“We were going home, we walked by. Must be nice. Makes me realize, It’s not my world. (Íbamos a casa, pasamos caminando. Debe ser agradable. Me hace darme cuenta, no es mi mundo)”, canta en “Not my world”, entregándose por completo a la rave. Luego, con sintetizadores que remiten a Currents, “Piece of heaven” se presenta como una composición más ambient, bajando la carga que venía trayendo. Es una canción con corazón pop, minimalista dentro de su estilo, y con ese espíritu que tenían “Yes, I’m changing” o “Eventually”.

En “Obsolete” aparece por primera vez la guitarra acústica, anticipando —sin saberlo— lo que sería su sonido en el Tiny Desk de NPR. Citando a Magnolia (1999), de Paul Thomas Anderson, Kevin Parker trata de decir que “tiene mucho amor para dar, pero no sabe dónde ponerlo”. Podría decirse que los teclados lumínicos y los pequeños arreglos de guitarra son la personificación de esa sensibilidad, mientras que el sintetizador del final transforma ese sentimiento y le suma enojo y decepción.

Sí “Not my world” abría un universo nocturno y electrónico, “Ethereal connection” se sumerge por completo en las partes más duras y oscuras de la electrónica: casi ocho minutos dentro del trance de Parker. “See you on monday (You’re lost)” anuncia que el final está cerca, ¿pero será feliz? “But life ain’t too much fun when there’s no telling where you’ll end up (La vida no es tan divertida cuando no sabes dónde terminarás)”, esboza sobre una base llena de teclados que desbordan melancolía.

“Afterthought” sube la intensidad otra vez, y lo que durante todo el disco fue una relación amorosa llena de complicaciones acá se termina de romper. La letra es desangelada, pero la belleza radica en el contraste con la música, totalmente bailable. Además, se puede escuchar una referencia a “A girl like you”, de Edwyn Collins. El final de Deadbeat llega con “End of summer” y, tal como dice la composición, “I waited ‘til the end of summer and I ran out of time (esperé hasta el final del verano y se me acabó el tiempo)”. Así, mostrando su costado más electrónico y psicodélico, Kevin Parker da por concluido su quinto disco de estudio.

Este trabajo no es el mejor de Tame Impala, pero sí demuestra su habilidad para no repetirse. Cada disco del australiano es un mundo en sí mismo, y él no tiene miedo de experimentar, probar y entregarse a lo que siente. Por eso, después de quince años de su debut, Kevin Parker vuelve a demostrar por qué es uno de los artistas más importantes de las últimas dos décadas. Además, sus colaboraciones con Gorillaz, Thundercat o Justice reafirman su estatus como un músico revolucionario y único.


Escuchá Deadbeat de Tame Impala y más lanzamientos del 2025 en nuestra playlist de Spotify.

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