El nuevo álbum de la cantante argentina se mueve entre el poprock y la esencia del rock nacional con colaboraciones destacadas.
Tras presentarse en festivales como Lollapalooza y abrir para artistas como Mitski y los Jonas Brothers, Delfina Campos continúa explorando su evolución artística en Películas perdidas, su segundo álbum de estudio. Este disco, sucesor de Como bailan los demás (2022), surgió como resultado de una búsqueda por un sonido más dinámico y orgánico, alejado de la producción que caracterizó sus lanzamientos anteriores. Será presentado en vivo en Niceto Club el 27 de Septiembre.
Películas perdidas es un álbum que, a lo largo de sus nueve temas, deja muy en claro que está pensado para el escenario. Campos tomó decisiones musicales que sin duda enriquecerán la experiencia en vivo: baterías potentes, guitarras eléctricas bien al frente y su voz, que sigue siendo el eje central, pero ahora menos contenida que en anteriores trabajos. La apertura del disco, “Testigos”, coescrita junto a Juana Aguirre y los chicos de Hipnótica, es una declaración de principios: un sonido que toma elementos del poprock más clásico, con un coro pegadizo y un groove constante que no da respiro.
El segundo tema, “Malas decisiones”, sigue la misma línea, aunque acá Campos se permite una mirada más irónica y distendida sobre los errores cotidianos. Con una narrativa que va más allá del lamento, Delfina destaca que, después de todo, también hay un lado bueno en el desastre. En “Películas perdidas”, el tercer corte y tema homónimo del álbum, aparece uno de los momentos más personales del disco. Campos la describe como una recopilación de ideas sueltas que había dejado en notas de voz, encontradas y terminadas años después. La canción, que si bien es nostálgica pero no trágica, refleja el paso del tiempo y la distancia emocional.
El disco alcanza uno de sus puntos más altos con “Fumando en el sofá”, donde se destaca la participación de Hilda Lizarazu. La voz de Lizarazu agrega una capa de profundidad y contraste en este tema, que tiene un aire más relajado en comparación con las primeras canciones. Este intercambio de voces intergeneracional le da al álbum un guiño sutil al rock argentino de antaño, pero sin caer en homenajes obvios.
“Amor de plástico” y “Querernos bien otra vez” exploran el amor y la desconexión emocional con unas letras crudas y directas pero cargadas de ironía, fiel al estilo de Campos. Por su parte, “Escape” y “Balada para el fin del mundo” nos llevan hacia el lado más melancólico del proyecto, con una atmósfera más intima. Finalmente, el disco cierra con “500 años luz”, una colaboración con El Príncipe Idiota (Mariano Di Cesare de Mi Amigo Invencible). Esta conclusión se abstrae totalmente de todo lo anterior, con una estructura más compleja, voces más etéreas y letras más reflexivas.
En Películas perdidas, Delfina Campos no solo se apoyó en su capacidad natural para contar historias a través de sus letras, sino que se animó a un proceso más colaborativo. Cuino Scornik, legendario compositor del rock argentino, la acompañó en varias de las canciones, lo que le dio ese toque conceptual más arraigado a lo tradicional del género. En cuanto al sonido, Percii fue el encargado de producir la mayoría de los tracks, con Matías Cella en la mezcla y Daniel Ovie a cargo del mastering. Además, la participación de músicos como Gonzalo Martínez Oriz, Martín Lambert y Guille Salort en la batería, reforzó la textura instrumental del álbum.
Películas perdidas se siente como un viaje entre recuerdos, amores y desilusiones, todo atravesado por un sonido sólido y una lírica que no se toma tan en serio a sí misma. Delfina pisa fuerte al recorrer esta etapa de maduración artística en la que está construyendo un sonido propio mientras navega influencias del pasado y del presente.
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