la virgen de la tosquera

“La Virgen de la Tosquera”, la primera adaptación cinematográfica de un texto de Mariana Enriquez

Ganadora en competencia argentina del 26° BAFICI, la adaptación de Laura Casabé se basa en dos cuentos de Mariana Enriquez.


A cargo de Laura Casabé, La Virgen de la Tosquera (2025) crea un punto de contacto entre dos de los cuentos publicados en Los peligros de fumar en la cama: “La virgen de la tosquera” y “El carrito”. Casabé construye a partir de la prosa un relato paralelo en el que se hace del espacio para explorar cosas como el paso de la adolescencia a la adultez, las relaciones entre personajes y el contexto socioeconómico donde se sitúa la historia. Mariana Enriquez y Laura Casabé congenian como si se conocieran hace años o hubieran compartido el mismo mundo oscuro desde siempre. En la película, ambas se lucen en la mixtura de estas dos formas de narrar, ahí donde nace la historia de Natalia.

El relato nos lleva al verano de unos tempranos 2000s, el último de Natalia y sus amigos en la ciudad. Recién salidos del secundario, sin ningún tipo de responsabilidades, pasan sus tardes fumando y escuchando discos de rock nacional, deambulan por la ciudad y, cuando no están juntos, chatean desde el cyber más cercano. Aunque el mundo pareciera abrirse libre y lleno de oportunidades, no deja de ser una etapa de cambios y algo de dolor y es que a Natalia solo le importa una cosa: tener a Diego. En el medio está Silvia y entre los tres se construye el hilo que tensa esta historia. Lo que se presenta como un coming of age, comienza a ponerse oscuro a medida que la obsesión de Natalia va creciendo. A pocos minutos del comienzo de la película vemos como Natalia vuelca un poco de su sangre en el café que va a tomar Diego, como un acto desesperado por enamorarlo. Con pequeñas brujerías y conjuros, la directora nos adelanta que Natalia lleva algo oscuro dentro de ella y que a partir de este momento, las cosas solo van a escalar.

Si hay algo que caracteriza a Mariana Enriquez es que sus historias siempre están empapadas de lo conurbano. Un verano que transcurre en zona sur, que trae una problemática real como las causas de muerte por las tosqueras. Ahí es donde su historia se enriquece, no sigue la norma del género de irrumpir y quebrar lo cotidiano, sino que emerge de eso.

Por su parte, Casabé toma lo cotidiano y explora con sensibilidad la familia y el contexto en el que va a transcurrir esta historia. En la película, Natalia vive con su abuela con quien comparte las noches de mirar juntas el programa de Susana y esperar que en un acto milagroso, suene el teléfono. Son tiempos frondosos, la Argentina tiene una economía poco estable y en los estudios de Telefe se sortean todas las noche un millón de pesos. “Hola, ¿Susana?” es la frase que usa la abuela de Natalia cada vez que suena el teléfono en esa franja horaria y por un instante, el tiempo se detiene hasta que del otro lado contesta alguien que nunca es Susana.

Los padres de Natalia la abandonaron y ella finge que eso no le importa. Actúa llevandose al mundo por delante hasta que Kechu irrumpe en su vida. Un niño del barrio que viene a vivir con ellas porque la mamá está enferma. Kechu remueve en Natalia algo parecido a la empatía. Entre ellos tres (Kechu, Natalia y su abuela) suceden momentos fugaces de humor que alimentan la historia de lo que en verdad está compuesta. A contracorriente de un terror de personajes descartables, en La virgen de la tosquera los conocemos, nos interpelan y nos importan. La Argentina retratada nos es familiar, las relaciones y sus conversaciones edifican la fragilidad en la que se basa la película.

Es interesante cómo ambas toman la amistad entre mujeres, en donde el amor y la brujería son temas cotidianos, como si siempre -y más aún en la adolescencia- la amistad femenina estuviera ligada al ritual, a lo esotérico. Llena de otras referencias en el cine, como por ejemplo las escenas en el colectivo que recuerdan a The Craft.

“Una vez el colectivero nos dijo algo extraño: que tuviéramos cuidado con los perros sueltos, medio salvajes.”– La virgen de la Tosquera, Los Peligros de fumar en la cama.

Así exploran este vínculo de lealtad que en la adolescencia es la base del crecimiento personal, como un pequeño club en el que catalogan sus gustos. La ropa que comparten y se prestan, el perfume que les gusta a las tres, el mismo maquillaje, la misma música y hasta, el mismo chico. Diego es lo que viene a alimentar su curiosidad, es lo opuesto, la única figura masculina que realmente conocemos en toda la película. Diego no es extraordinario, es el chico más normal del mundo pero desde sus ojos es el único que vale la pena. De todas, Natalia es la más obsesionada con él y rompe en odio cuando se entera que ya no es suyo, aunque nunca lo fue pero ahora era el novio de Silvia.

Casabé toma este drama adolescente como motor y retrata el dolor que siente Natalia esa noche, como si su mundo se hubiera terminado ahí con esa decisión irreparable de Diego pero en vez de quebrar en llanto, Natalia explota de odio. Un odio desmedido, voraz, que alimenta hacia el final de la película, que convence al espectador que se deja llevar por esa pasión (que bien conocemos todos) y por eso su reacción final parece una sucesión, algo que debía pasar. No nos sorprende, no nos asusta. Por el contrario, el espectador espera que suceda, casi que lo ansía.

“Y ahora no puedes ver más que un color
Todo se olvida y no existe más amor
Y nadie escapa”
Las pelotas

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