En la presentación de Nueve, luego de finalizar su gira europea, la gran banda referente del punk y pop psicodélico argentino regresó al estadio de la Avenida Libertador para extasiar una vez más a su público.
El clima invitaba a una charla y una cerveza. A pesar de la humedad y calor que empezaba a concentrarse dentro del estadio, había un motivo suficiente para que la espera se mantenga con expectativa. Mientras aguardaban, desde el campo, la platea y ambas populares podía mirarse que el escenario estaba dividido, lo que sólo tenía un significado: habría sorpresas. Así, la puesta en escena anticipaba con esa señal la performance y el enigma que guiarían el espectáculo. En pocos minutos, con las luces apagadas y gritos de alegría, Massacre aparecería enigmáticamente en la cima del escenario para que su sonido sea el protagonista de lo que seguiría, la presentación de Nueve.
El repertorio ofrecería la oportunidad para disfrutar un repaso de la historia de la banda a través de sus grandes canciones. Comenzando con “La máquina del tiempo”, “Ella va” y “La cita”, el ritual daba inicio con una sonoridad y presencia impactante. Las visuales, que también tendrían un lugar importante en la performance, ayudarían durante todo el show a que la imaginación se dispare con los elementos de psicodelia que las cadencias de guitarras y voz generaban. Sensaciones que transitaban universos inexplorados.
Seguidamente, “Te arrepiento”, “Querida Eugenia” y “Te leo al revés” pusieron al público en un rol destacado, con pogos espontáneos que daban la bienvenida a la banda que ya había bajado al escenario principal. Aunque la distancia nunca se percibió por la presencia del sonido, el público reaccionó con euforia a las primeras pasarelas y bendiciones del gran Walas, que sirvieron para continuar con “Nuevo día”, “Mi mami no lo hará”, “Bajo la alfombra” y “Sofía, la super vedette”, construyendo un climax que rápidamente oscilaba entre la calma y la irrupción. Mención especial para el momento posterior a la “La octava maravilla”, en el que la banda repasó entre aplausos la actividad que tuvo en el año, destacando su gira y sus últimas grabaciones, entre las que se encuentra la gran colaboración en Berlín con el joven y gran productor argentino Evlay. Después de las menciones, el repertorio continuaría con “Riesgo”.
La primera invitada de la noche sería BB Asul para interpretar una gran versión de “Insomnio”, canción del último álbum que cuenta con la colaboración de Bandalos Chinos. Luego, bajo la atenta custodia de la niña guardiana y la diosa lunar, la banda les rendiría honor y culto tocando “Medusa lunar”, ” Niña dios”, “Tanto amor”, “La reina de Marte” y “Seguro es por mi culpa”. La pasarela sería testigo del despliegue de una entidad enmascarada cuya enigmática identidad no pretendía ser fácilmente revelada. Llegado ese momento, pocas dudas quedaban del impacto que la performance estaba teniendo. Aunque el escenario los dividía, el público y la banda se comunicaban mediante todos los símbolos, referencias y enigmas que, poco a poco, iban manifestándose a través de las canciones. Eran protagonistas del mismo ritual.
Si la noche estaba atravesando un climax intenso y movilizado, un episodio aparte se generó cuando Ricardo Mollo, figura emblemática de la cultura del rock argentino, se sumó al escenario. Las ovaciones para su recibimiento, que duraron hasta dos o tres minutos, eran, quizá, lo mínimo que el público podía expresar desde abajo como muestra de tanto agradecimiento y reconocimiento. Con esa emoción, Massacre y Mollo interpretaron una versión explosiva de “Plan B” en la que la furia de las guitarras dominó cualquier aspecto del sonido. La aplanadora sonora adquiría aún más poder para expandirse sin horizontes. Por si faltaba poco, la noche ofreció un momento especial, de esos que quedarán en la memoria de los presentes, cuando interpretaron una versión increíble de “Crua Chan”. Por un instante, Sumo se hacía presente en el Obras.
Aunque fue difícil recuperar la calma luego de tanta exaltación acumulada, la banda invitó al cuarteto de cuerdas liderado por el gran músico Javier Casalla para complementar el punk psicodélico con sonoridades aún más transitivas, en una seguidilla que empezó con “Río siempre” y tuvo la hermosa participación grabada del maestro Santaolalla que con su banjo y sonrisa se sumó a la introducción de “Mariposa”, canción que produjo junto a la banda. Con “Viaje astral”, el cuarteto se retiraría entre aplausos, para que luego la banda también se tome unos minutos que prepararían su gran final. Tras un merecido descanso, la banda salió por última vez para tocar “Sembrar, sembrar”, “3 Walls”, “Papel floreado” y “Diferentes maneras”. Así, entre símbolos y éxtasis, el ritual finalizaba.
Como lo definió Walas durante la noche, Massacre logra representar una estética que podríamos asociar con el rock de futuro, jugando con el proceso de experimentación que la banda construyó durante sus años de trayectoria, para ofrecer en la actualidad un sonido que tiene origen en lo popular, en aquello que identifica al gran público, pero que también se encuentra en estado dinámico para evolucionar y nunca detenerse. Esa conexión genuina con lo contemporáneo se expresó en una convocatoria que reunió a públicos de distintas edades. Amigos, padres y madres con sus hijas, seguidores anteriores, y los que por primera vez presenciaban un recital de la banda, se congregaron a la fiesta de Massacre, que, una vez más, ofreció su ritual al histórico estadio de Obras Sanitarias.