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Delfina Campos: “No hay que pedirle al arte algo que le sea injusto”

A pocos días de su esperado show en Niceto, la compositora devela sus pensamientos más honestos sobre su obra, su presente y el intrincado camino del artista.


Es un día gris que antecede al fin de semana. Durante las primeras horas de una tarde que amenaza con una lluvia intermitente, Delfina Campos está en su departamento, oscilando entre meets y mal dormida, pero de excelente humor.

Instalada en Belgrano hace casi un año, la cantautora vio su vida girar 180° en doce meses. El estreno de su segundo álbum Películas perdidas; su gira internacional por México, Costa Rica y Chile; su convocatoria para formar parte del soundtrack de Envidiosa; y sus warm ups a Jonas Brothers y a Wilco son solo una parte de ello: “Fue re lindo, empecé otra etapa. Algo loco, como un renacer”, afirma, y en el que parece un balance involuntario, detalla: “Saqué el disco y me mudé a una casa nueva al mismo tiempo. Fue una renovación total de energías, donde todo fue de la mano. También viajé mucho, eso fue muy lindo. Un regalo que me hizo la vida”. Sus palabras no son caprichosas, porque sus celebraciones no dejaron de crecer: el pasado 18 de julio, Delfina cumplió años.

Desinhibida, charla con suma confianza, pregunta con genuina curiosidad y afirma haber intentado combatir su sueño en vano, con dos cafés que no han cumplido su cometido. En la que parece una batalla perdida contra Morfeo, prepara un mate para agotar las alternativas. Reflexiona sobre sus dos trabajos discográficos como solista —Como bailan los demás (2022) y Películas Perdidas (2024)— y sus respectivas diferencias, y dice: “Con el disco anterior no giré mucho. Supongo que el motivo fue multicausal. Para Películas perdidas, en cambio, quería salir, tocarlo en otros países. Me obsesioné con ir a México, por ejemplo, y era cuestión de hacer girar la rueda para que todo empezara a ponerse en acción. Así se dieron los shows en México, Costa Rica y Chile, y si bien tengo varias cosas todavía pendientes, sigo con ganas de ir a México. Me gustaría instalarme un rato allá o ir más seguido, formarme un poco más, experimentar…”.

La expresividad de Delfina Campos atraviesa cualquier enunciado. En su locución no hay yeísmo rioplatense, pero su gesticulación es inconfundiblemente argentina. El armado de sus oraciones guarda un encanto particular: maridan el palabrerío informal con términos que denotan a una interlocutora leída, embebida en libros disímiles y para quien las palabras deben ser casi tan precisas como un tiro al blanco.

“Naturalmente tengo capacidad de ponerle palabras a mis emociones, soy bastante articulada en ese sentido. Hablo mucho de lo que me pasa con mi entorno, con mis amigas, con mi familia. No guardo distancia con eso. En mi experiencia, la composición es un ejercicio inconsciente; nace al habitar una emoción sin racionalizarla, sin tanta mediación intelectual”, define, sin dejar de mencionar que, ocasionalmente, observa a la música a la distancia, con ojos más afilados y por una mirilla mucho más “cerebral”.

Para Delfina Campos, el orden de cada oración, como la elección y fuerza de cada palabra, son exigencias innegociables. Y es que la escritura condensa el espíritu de cada canción, aquello que el artista —incluso el más melódico— necesita volcar en palabras: “No uso la composición como herramienta de análisis, pero sin dudas tiene efectos terapéuticos. Existe algo catártico ahí, una forma de descomprimir, de resolver cosas. Escribir es muy incómodo y creo que hay una tendencia a evitarlo, porque del mismo modo que existe una gratificación al ver la obra terminada, hay algo desagradable en habitar y hurgar las emociones propias”.

A medida que el diálogo crece, las definiciones de la autora encuentran nuevos ramales. De regreso a la sensibilidad, una clave para desenmarañar ideas cobra protagonismo: “Cuando hay una emoción motora, escribir es más fácil, más impulsivo. Cuando aparece un mensaje muy claro, lo demás viene por añadidura. Sino, puede que encuentres una melodía linda y no halles palabras interesantes. En ese caso el proceso es mucho más intrincado”.

Un puñado de mates bastó para que Delfina Campos renovara su energía. ¿O se debe a la viva conversación sobre sus pasiones? En cualquier caso, la intérprete ve su oportunidad para disgregar letra y música y no la desaprovecha: “Me interesa siempre el ejercicio de decir más con menos. Desde la composición y desde la interpretación. No adornar de más ni ornamentar por deporte: para tapar fallas o vacíos. A mí las melodías me fascinan, pero si no hay una letra que esté buena, se me vence muy rápido. Tiene corta vida y sé que me voy a cansar de ella. Si no la siento, no la puedo defender. Y al fin de cuentas, todo lo que hago está atravesado por la palabra”.

Cada idea que la cantante ha puesto de manifiesto es evidente en su obra. Ahí, en el mundo que ella misma ha creado, su evolución artística y creativa, columna vertebral de una carrera meteórica y prometedora, se vuelve palpable.

flyer niceto delfina campos

“Mis discos son muy distintos. El primero fue de mucha exploración, en medio de la pandemia, inmersa en la producción. Estaba muy divertida con mi perfil más electrónico y menos orgánico o tradicional. Encapsulada, en soledad, con mucha más neura y con una búsqueda muy introspectiva. Para Películas perdidas, en cambio, lo primero que pensé fue en el tipo de show que yo quería dar en vivo, algo que con la pandemia tenía prácticamente olvidado. Me basé en la energía que quería emanar. Había pasado por lo estático y quería la antítesis: baterías potentes, un sonido más orgánico, algo que me acercara al rock”, define Campos. Entre un álbum y el otro enfrentó numerosos desafíos: desde una búsqueda sensorial más simple, liviana y refrescante, hasta convocar y compartir ideas con amigos y colegas de enorme talento: “Tuve que dejar de ser ‘celosa’ de mi propio proceso creativo, abandonar un poco el modus operandi y abrirme a que pasen otras cosas, que fueron y son bellísimas y transformadoras. Después de todo, los discos son fotos de un momento de la vida”.

En el horizonte, las metas profesionales de Delfina Campos se agolpan. Su futuro se ve brillante, pero lejos de encandilarse, se aproxima a él con cautela, con decisión y con curiosidad aventurera: “No sé por qué caminos me llevará el próximo álbum, estoy empezando a componer pero sigo pensando en todo lo que pasó con ‘Películas…’ y creo que eso eleva las expectativas propias y ajenas. Me va a costar apagar la cabeza, desconectar de eso. Por ahora quiero seguir tocándolo a full, lo disfruto mucho y se consolidó mucho más en el setlist del vivo. Ojalá pueda seguir dándole alas con más shows y con otros públicos”, afirma, con la ilusión intacta después de un año de girar, tocar y hacer corear sus estribillos más pegadizos.

Faltan pocos días para su show en Niceto. A cuentagotas, mientras se tachan poco a poco los días del calendario, la artista dice no ilusionarse de antemano, pero inmediatamente después enumerará nobles expectativas: cantar con el corazón, dar lo mejor de sí, que la banda dé lo mejor de sí. Poder conectar con la gente, ir todos de viaje por un rato, que ocurra la magia.

La sensatez actual de la autora contrasta con el desenfreno que experimentó años atrás, mientras presentaba su álbum debut. “Hay variables que una no controla, y yo ya he sufrido mucho intentando controlar lo incontrolable. Hoy tengo muy claro que el estrés no me conduce a nada. Ser artista, solista e independiente implica mediar mucho de eso. La música no es para todo el mundo; tenés que tener una relación sana con ella, casi como una relación de pareja. No hay que pedirle al arte algo que no puede darte ni algo equivocado o que le sea injusto”, desliza, en el que es, quizás, el mejor consejo para quien desee adentrarse en un mundo tan tumultuoso e igualmente sugerente. “Hay que preguntarse por qué una hace lo que hace. A veces los espejitos de colores nos distraen, pero ese pacto hay que renovarlo año a año, para no perderse”, retruca.

En el que ha sido un encuentro de una hora, que no tuvo pausas ni frenos, y que no negoció ni por un instante su ida y vuelta rítmico, natural y profundo, la reflexión final de Delfina Campos sintetiza su inminente presentación en Niceto, que promete ser una velada de película: “Quiero seguir encontrando la felicidad en lo que hago. Cuando pienso en el show que viene, solo espero hallarme en el mindset correcto: quiero disfrutar esto”.


Podés conseguir tus entradas para Delfina Campos en Niceto Club este 7 de agosto en la web de Passline.

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