La artista cordobesa lanzó su segundo disco lleno de tensiones y desenlaces que invitan a ponerlo en loop.
En la apertura de Telescopios, en el show de Ainda Dúo, en el Lollapalooza… Candelaria Zamar suena y se integra a la movida indie a fuerza de la dulzura de su voz y canciones hipnóticas.
Con un puñado de singles y un álbum en su haber, el 2019 fue el año para ver el nacimiento del segundo: Una linterna. Presentado en una escucha en El Mejor Estudio, la repercusión no tardó en llegar por parte de fans y artistas.
Las tensiones en las armonías de Cande Zamar se enrulan y desenlazan con perfecta naturalidad, lo cual permite transitar con placidez las ondas jazzeras que Una linterna transmite. Con apenas más de 20 minutos, cuenta con una duración muy ajustada a los tiempos que corren y permite un descanso a las ansiedades cotidianas.
Canciones como “Quien” y “Una buena cosa” encuentran bases de sintetizadores, mientras que otras como “Canción fantasma” marca un quiebre con guitarra criolla y solo coros acompañando la dulce voz de la cantante en un álbum caracterizado por la falta de necesidad de grandes explosiones de sonido.
El disco fue grabado en una gran cantidad de estudios, pasando por las manos de profesionales como el inglés Brian Taylor y el argentino Nicolás Btesh. En tanto, la mezcla fue mayormente realizada por Matías Cella y en menor medida por Ro Stambuk, quien también produjo dos canciones, “Blanca” y “Visión”.
“Todo lo cliché que deba ser, será”, exclama Candelaria en el final de “Canción fantasma”, para un disco que verdaderamente de cliché no tiene nada. Una segunda escucha es muy recomendada para detectar los detalles de producción que cada tema esconde, y apreciar más las tensiones spinetteanas de Una linterna.
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