
Juan Ingaramo: “En la música encontré mi refugio”
En una charla con Indie Club, el artista cordobés contó cómo fue el proceso de El Verdadero, su último disco de estudio, su vuelta al pop nacional y sus encuentros con Luis Alberto Spinetta.
Once años después del lanzamiento de Pop Nacional (2014), su álbum debut, Juan Ingaramo sigue firme en su carrera. A su nueva etapa en el teatro, interpretando Pretty Woman, le sumó el lanzamiento de El Verdadero, su sexto disco de estudio, que —de la mano de Mariano Otero en la producción— reúne nueve canciones que recorren desde el pop y el R&B hasta el house, consolidando su posición como uno de los referentes de la escena actual.
En una conversación con Indie Club, Ingaramo explicó cómo llegó al concepto del disco, la participación de músicos de jazz en su composición y la búsqueda de un refugio en la propia música. Además, rememoró sus encuentros con el eterno Luis Alberto Spinetta y reflexionó sobre cómo ve su carrera hoy, a más de diez años de trayectoria.
– Mi primera pregunta es sobre El Verdadero. ¿De dónde sale el concepto?
Son nueve canciones compuestas en un periodo muy particular para mí, en el que me costaba encontrar verdades. Estaba muy distraído con los fuegos de artificio de esta sociedad de consumo, de la industria, del sistema cayéndonos encima también a los artistas. Y me pasaba que encontraba esas respuestas, esas verdades, en la música. Viste esa frase de Diego: la pelota no se mancha; bueno, para mí la música no se mancha. Era mi refugio, mi lugar seguro, donde todo tenía sentido. Así es que estas nueve verdades terminaron formando parte de El Verdadero.
– ¿Por qué la decisión de volver al pop? Sé que el disco tiene otros matices, pero en líneas generales ese es el corazón.
Yo creo que el pop siempre fue mi eje. Por ahí cambiaba la vestimenta o la orquestación rítmica, pero el pop fue mi gran universo donde experimentar. Quizás volví a un sonido que ya había usado en otros discos. Igual, la idea de “volver” no es mi favorita, porque no siento que sea igual. Al contrario: hay un sonido nuevo para mí, sobre todo por la tracción a sangre de tocar con músicos tan capos del palo del jazz como Leo Genovese, Mariano Otero, Sergio Verdinelli, Franco Luciani, Tiki Cantero. Esa paleta no la había usado. Y también creo que volví a ser yo en el personaje. A mí la música siempre me resultó una posibilidad para ser otro, ficcionar, contar historias. En este caso quise separarme desde mí mismo: desde el verdadero Juan Ingaramo.
– Hablás mucho de la industria, de cómo se le cae encima a los artistas. Y algo que no se valoró tanto de tu disco anterior es que volviste a tus raíces cuarteteras y lo hiciste igual, cuando cualquier algoritmo te hubiera dicho “no lo hagas”. ¿Cómo te manejás con esas decisiones?
Siempre con la intuición y el corazón, por más que suene de manual (risas). La música es uno de los pocos lugares donde puedo ser 100% libre. Digo: hablando en términos artísticos o laborales. Siento que hoy está todo muy marcado por los paradigmas de éxito, la industria, las redes, las plataformas. Y yo realmente en la materia prima, la música, encontraba la posibilidad de hacer lo que quisiera. Me pasaba que, en este mundo donde todos somos iguales y estamos absorbidos por los números, las plataformas, los trends y los filtros, me veía igual a todo el mundo. Y yo decía: “pero yo no soy igual que un puertorriqueño o un venezolano o un francés”. Entonces me empecé a buscar, y esa identidad me llevó a Córdoba, donde nací y crecí. Usé la canción, el ritmo y la música cordobesa como materia prima para ese álbum. Igual, los álbumes son colecciones. Después uno cambia, y eso es lo lindo.
– En este disco trabajaste con Mariano Otero. ¿Cómo llegaste a él y qué sentís que te aportó?
Con Mariano éramos amigos antes de darnos cuenta. Siempre nos veíamos en situaciones de eventos. Había una intuición mutua de que íbamos a tener buen match. Siempre decíamos: “juntémonos”. Y el primer día que nos juntamos hicimos cuatro canciones. Muchas están en el disco y son de mis favoritas. Compartimos formación: los dos estudiamos música, composición. Nos gusta pensar la armonía y la melodía desde la técnica para que sea más fácil llegar a la emoción. No desde un lado nerd, al contrario, pero nos conectamos ahí. Y fue un disfrute máximo porque venía de otros paradigmas de producción, increíbles pero distintos. Con Mariano era encontrar a alguien como uno. Además, su padre músico, mi viejo músico, soundtracks en común, bandas, pianistas, el jazz… eso te hace hermano automáticamente.
– Hablé con él antes de venir y me dijo que les quedaron muchas canciones afuera. ¿Qué vas a hacer con ese material?
Me gusta hacer música nueva, pero ahí hay varias canciones que podrían haber entrado tranquilamente y no entraron a último momento, como esos jugadores que no van al mundial. Creo que pueden salir pronto… o pueden esperar. Ya veremos. Es lindo que haya música que nos representa y nos gusta, y que podríamos grabar tranquilamente.
– El disco tiene dos colaboraciones. ¿Cómo fue elegir a Gauchito Club y a Julián Kartun?
Con Gauchito fue así: yo estaba trabajando en Mendoza con una bodega que me llevó a modo de influencer —aunque yo digo que no soy influencer y cerramos en talento (risas)—. Tenía un cronograma: visita tal lugar, a la noche un fogón… y yo quería que terminara rápido para irme a dormir. Llego al fogón y estaban Gabo (Nazar) y Sasha (Nazar) tocando la guitarra, unos temas hermosos. Ahí descubrí a Gauchito Club, me enamoré instantáneamente de su música. Nos hicimos íntimos amigos al toque. Cuando volví a Buenos Aires tenía una canción que pedía una voz externa. Era como una rumba acústica, perfecta para ellos. Además, yo era muy fan y había hecho fanática a mi hija y a mi mujer. Lo que grabaron fue hermoso. Es una canción que me da mucha alegría.
Con Julián Kartun pasó algo parecido. Las canciones tienen autonomía, exceden tu control. “Antiguo y moderno”, un aire de bossa con espíritu rioplatense, pedía la voz de Julián. Tanto él como El Kuelgue tienen ese sonido muy propio. Lo pidió la música.
– En la pre escucha contaste anécdotas hermosas con Spinetta. ¿Qué enseñanzas te quedaron de esos encuentros?
La sabiduría, la humildad y la humanidad de un tipo con una sensibilidad extrema. Él nos convidaba de sí mismo a nosotros, que éramos unos pendejitos haciendo música. Venía, compartía, se interesaba, preguntaba. Y por oposición —sin hablar mal de nadie— cuando conocés a un grande de verdad, se nota en la generosidad. Yo absorbí todo lo que pude. Y además era mi Spinetta: el de Para los árboles, Pan, Un mañana. Era ese momento. Y ahí estaba: tirando data.
– El año pasado se cumplieron ya 10 años de Pop Nacional. ¿Cómo ves ese trayecto con el diario del lunes?
Estoy muy contento con mi carrera. Miro hacia atrás y lo que escucho y veo me da ternura, orgullo, me llama la atención, me gusta. Eso es un valor. La carrera del artista es de largo aliento. Lo importante es disfrutar lo que uno ya hizo. Porque también puede pasar que escuchás algo y decís “¿qué hice?”. La clave es no apurarse. Este mundo exige éxito ya, ahora. Pero la verdad no tiene que ver con números, sino con la capacidad de leer muchos tiempos. Y espero que siga así para mí.
– Temporada de teatro y presentación del disco el año que viene, ¿no?
Exacto. Ahora nos vamos a Mar del Plata con Pretty Woman, el musical. Es mi primera vez actuando: una experiencia increíble. Tanto que ahora extendemos la apuesta en el verano: canto, actúo, aprendo, me divierto. Es un plan espectacular. Y cuando pase el verano, y todos tengan bien escuchado el disco, lo presentamos en Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza y donde se pueda.
