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St. Vincent y Kim Gordon en C Art Media: rock, electrónica y gritos

En una noche con mucho poder, las frontwomen se calzaron sus guitarras y desplegaron todo su arsenal de ruidos, melodías y ritmos.


Casi como una de esas promos que uno no puede no aprovechar, St. Vincent volvía a la Argentina acompañada de Kim Gordon para tocar en el Complejo C Art Media tras seis años (Lollapalooza 2019), en el marco de su gira All Born Screaming, presentando el disco que también fue grabado y traducido enteramente al español bajo el nombre Todos nacen gritando.

Lejos del rock alternativo ochentoso del que formaba parte en Sonic Youth, Kim Gordon comenzó su show con “BYE BYE”, el trap oscuro con sonido industriales que abre su segundo disco The Collective, álbum que lanzó en 2024 y sería el centro de su setlist.

Kim siempre tuvo consigo un atril donde pasaba las letras de sus canciones como si fuera una directora de orquesta. Encontrando algunos puntos con su pasado sónico, su típico recitado con eco y reverberaciones (spoken word) generaban climas todavía más raros en sus propias canciones.

Acompañada por una batería, un bajo y una guitarra, sumó “Cookie butter”, “Hungry baby” y “Paprika Pony” de No home record (2019), su disco debut. Con autotunes, secuencias sintetizadas disparadas y ritmos cortados y poco bailables, la nacida en Los Angeles mostró que sigue estando a la vanguardia, siendo punta de lanza de los ruidos y las disonancias, incluso a sus 72 años.

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Foto: Cortesía DF.

Desde Los Ageless a New York

Unos minutos antes de las 21:30hs, St. Vincent apareció, a oscuras, con el delicado “Reckless” de su último disco All Born screaming, para todo un C Art Media que clamaba por ella. Luces brillantes afianzaban el contraste blanco/negro que quiso marcar durante toda la noche. Después, dos hits de Masseduction -su disco que le llegó hasta los que todavía no la conocían- pusieron a cantar a todo el público: “Fear the future” y “Los Ageless”.

En St. Vincent conviven una actitud rockera clásica con una ambición músical y teatral de llegar a nuevos lugares, lo que genera que ninguna canción se parezca a la anterior: de un sintetizador bien marcado a una armonía completamente nueva, de un riff de guitarra coreable a un piano solemne. El artrock, tan indefinible como evidente, refleja su infinita variedad en Annie Clark.

También hubo lugar para canciones más indie, como “Cheerleader” o “Dilettante” de Strange mercy (2011) e incluso para “Marrow” otra canción cinematográfica que crea un nuevo mundo en el universo de St. Vincent.

Para el final quedó “New York”, uno de sus máximos éxitos, en donde, sin dudarlo, Annie se tiró sobre el público mientras cantaba sin desafinar ni media nota de cada verso y estribillo. Previamente había soltado su guitarra casi sin cuidado, en una muestra de su atrevimiento descarado.

Tras unos minutos con el escenario vacío, Annie volvió en formato de femme fatale, con su voz tan grave como fuera posible, para cantar “Candy darling”, como si estuviera en un bar norteamericano a medianoche. Mientras Rachel Eckroth tocaba el piano, único instrumento en sonar, Robert Ellis (guitarrista) y Charlotte Kemp Muhl (bajista) miraban hipnotizados a Annie, ensimismada en la canción y metida en su personaje. “La última vez que me fumé uno de estos estaba en Buenos Aires”, confesó, mientras le alcanzaban un cigarrillo para el último estribillo. Con un castellano pobre -admitido por ella- St. Vincent se despidió del C Art Media con un agradecimiento sincero, vitoreando por Kim Gordon y por el amor que recibió de Argentina.

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Foto: Cortesía DF.

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