Con una historia compuesta por 17 canciones, y luego de algunos años de búsqueda, Creo que necesito ir a dar una vuelta representa el punto de inflexión en la carrera del artista.
Distanciarse para volver a conectarse. Tener la posibilidad de expresar a través de las canciones los sentimientos y dificultades que la vida misma plantea, y, que muchas veces, la interacción con otras personas exacerba. Esa intención es la que constantemente podemos apreciar en Creo que necesito ir a dar una vuelta, el nuevo álbum de Guli, una búsqueda que desde su comienzo nos refleja la intimidad más inocente, como también problemática que atravesó en sus últimos años.
La historia comienza con “Oso caprichoso”, un inicio potente y acelerado que nos introducirá en el universo instrumental de una serie de reflexiones personales. Preguntas, malestares, dudas y pocas respuestas. Luego, “Sacrificio” combina los primeros efectos distorsivos de la voz en una canción con mayor inclinación al estilo pop. Con “Aire” los desafíos adquieren visibilidad, canción que refleja ese espíritu musical del indie trance, en el que se evoca tanto el frenesí como las situaciones que plantea la gran ciudad. Caminar a través del humo de la Capital, en una búsqueda para encontrarse. Un primer giro sucede. Con “Creo que necesito dar una vuelta”, Guli nos permite escuchar el primer instrumental del álbum. Una síntesis, quizás, de ese proceso. Guitarras distorsionadas, melodías de piano, arreglos de violín son los encargados de generar el clímax de inmersión para la canción.
Siguiendo, “A lo mejor” nos relata la expectativa de un comienzo distinto. Un reflejo de esperanza ante cualquier situación difícil que atravesamos, sea una depresión o la ansiedad. Siempre debemos esperar un final mejor. Con “Medicamentos”, también podemos escuchar mucha intimidad y valentía expuesta por parte del artista. Un mensaje que nos motiva a perseguir la libertad frente a la dependencia, o necesidad, de recurrir a los fármacos para abordar los problemas de salud mental.
Sin embargo, con “Los recuerdos” rápidamente se nos ofrece otro panorama. Un despertar de un dulce sueño fugaz. Por el contrario, “Romper cosas” expresa un impulso mayor de cambio. De la intimad expuesta, podemos ver un giro hacia una dimensión de la imaginación. Del corazón a la fantasía. Con “Una aventura desolada en el sendero del cosmos”, la intensidad se dispara. Los coros que se dispersan por el espacio recrean, junto al ritmo de las guitarras, un viaje por una dimensión desconocida. Parte de clímax se mantiene con “No me dejes”, una experiencia con más elementos de psicodelia, mientras un grito desesperado atraviesa la letra de está canción.
La primera colaboración se da con Fonso, quien participa en “Oh my goth”. Seguidamente, Fermín se hace presente en “Edificio”, una canción caracterizada por la transitividad y la sensibilidad. Una conjunción entre una letra crítica combinada con la dulzura de ambas voces. Otro giro ocurre. Con “Caminando por el cementerio”, la segunda propuesta instrumental del álbum, el clímax cambia radicalmente. Un paisaje lúgubre y desolado. Un errante nocturno, perdido en la niebla. ¿Acaso encontró lo qué buscaba? El final se aproxima con “De milagro estamos vivos” y “Feliz cumple”, dos canciones que ponen el tiempo y lo que nos sucede en perspectiva, con sus contradicciones y oportunidades. “Hasta mañana” nos relata las conversaciones que quedarán pendientes, lo que no se dijo y tendrá, quizás, su posibilidad. Finalmente, “Otro día” será el cierre de esta aventura.
No resulta sencillo exponer con tanta explicitud las propias angustias. Menos, compartirlo en una canción aunque el efecto siempre puede ayudar. En este aventura íntima de Guli, atravesamos distintas problemáticas, pero siempre bajo la premisa que, al final, todo podría mejorar. Sin esa esperanza implícita que cada canción también no contó, hubiese sido aún más complicado. Pero esta búsqueda recién comienza, y el próximo 22 de agosto será momento para escucharla arriba del escenario en el CC Richards.
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