Atrás Hay Truenos, La Piba Berreta y Jazmín Esquivel dieron un fin alternativo al exitoso festival realizado en Niceto Club, que duró cinco jornadas.
Círculo completo: así como Indie Club estuvo presente en la fecha inicial del Festival Refresco en febrero, el jueves pasado tocó despedir al nuevo ciclo de Niceto Club con un cierre por todo lo alto. En un quinto volumen cargado de intimismo, locura y rock, como en las anteriores noches la última velada de Refresco presentó a tres artistas y sus estilos propios –Jazmín Esquivel, La Piba Berreta y Atrás Hay Truenos– en el mítico venue porteño. Un cambio de grilla (la fecha iba a ser inicialmente el 25 de febrero) y la atípica jugada de hacerlo un jueves no disuadieron a un público acalorado que, con sobradas ganas, se acercó para dejarse empapar por los sonidos de la escena independiente.
La encargada de empezar a despedir al ciclo fue Jazmín Esquivel. La artista porteña dio un show íntimo que confirma el gran momento que atraviesa tras su reinvención del sonido folclórico de Púrpura (2018) hacia coordinadas más pop y electrónicas en Medianoche Radio Club (2021). Lo suyo fue un set camaleónico que conjugó con habilidad la variedad de estilos que conviven en ella. Si para el arranque optó por una delicada versión a guitarra de “Misiones”, en clave despojada y frágil, con el paso de los temas fue agregando capas a su sonido, mutando su repertorio en nuevas versiones que difieren del estudio.
Entre medio, hubo espacio para covers (una lograda versión de “Av. Alcorta” de Cerati) y estrenos, con su reciente y cargado de actitud single “Yo no trabajo para nadie, solo trabajo para mí” haciendo su debut en formato vivo. El folk se mezcló con la electrónica y viceversa, entre bases programadas, melodías de guitarra y la voz de la artista surfeando filtros y efectos. Nada ejemplifica mejor la apuesta al riesgo de Esquivel que la canción elegida para el cierre, “Una mierda”, la cual en estudio se presenta como una balada rockera cargada de veneno y ganas de revancha en cada línea, pero que en vivo sonó en clave 2-step, abrazando el costado dance de su autora.
Luego, todo se fue al carajo. Con la presentación de La Piba Berreta, un Niceto que poco a poco se iba colmando de gente entró en un volátil trance colectivo con la bizarra propuesta de “la Rusa”. Si ya nos tenía acostumbrados al delirio y a lo kitsch como vocalista y miembro fundador de Los Rusos HDP, en su nuevo proyecto Luludot Viento lleva aún más allá su fusión de música y la performance, jugando en cada paso con los límites del sobrevalorado “buen gusto”. Cuando se subió el telón, todo parecía un fotograma de una película porno clase B: una chica en bikini y gorro de conejo bailando, un tecladista en paños menores, el agite de unx performer drag y la Piba al frente, poco preocupada de que se le estuvieran escapando las tetas al moverse (“Ahora tendrán que censurar las fotos”, bromeó en un punto del show).
¿La música? Acorde a la propuesta. Con una impronta decididamente punk, La Piba Berreta abraza la provocación a la vez que pega aullidos que podrían emparentarla con Lydia Lunch. El viaje lisérgico viene aderezado con algo de post-punk angular, momentos pensados para el baile desaforado y otros de letargo; y el siempre presente humor freak de su intérprete. La sensación es la de que cualquier cosa podría pasar, y efectivamente es el caso: al público le tiran plumas, los artistas se bajan a bailar entre el pogo y todo es confusión. El repaso “canción-por-canción” se vuelve redundante –el show de Luludot es uno de sensaciones, no de temas– pero a modo de ejemplo podría funcionar “Colchón”, una oda a coger en todas partes que probó ser demasiado controversial para YouTube.
Ahora sí, la última presentación de la noche –y el festival– llegó de la mano de los héroes del indie Atrás Hay Truenos. Mientras contamos los días para la salida de su quinto álbum de estudio, el grupo formado en Neuquén sigue sumando manija con cada presentación en vivo, un formato que les permite explorar todo su poderío instrumental y jugar más libremente con las estructuras de sus canciones. Solos de guitarra, arrebatos noise y largas codas motorik demuestran por qué AHT son uno de los grupos más vibrantes de la escena cada vez que pisan un escenario.
Estos momentos más improvisados y “fuera de guión” están a su vez anclados en un repertorio de canciones cada vez más maduro y sólido, el cual encontró – por ahora – su punto alto en Bronce (2016). No por nada gran parte del material que elige el cuarteto para sus shows proviene de esta placa, y ahí están entre los puntos altos de la noche la gentil y evocadora “Para siempre”, el corte teñido de neo-psicodelia “Consuelo” o el atmosférico ambient pop del tema que da nombre a la placa. Pero hay también un futuro brillante: si algo indican las nuevas incursiones sonoras del grupo, ya abrazadas por los fanáticos en vivo, es que lo que está por venir sigue a la altura de lo que nos tienen acostumbrados.
La sensación que nos queda ahora que el festival se despide – de más está decir que esperamos revancha – es la de una escena independiente unida, ecléctica y vital. A lo largo de sus cincos partes, Refresco se convirtió en un pantallazo ideal para entender qué pasa en el under mediante un irreprochable seleccionado de artistas consagrados y nombres en ascenso, además de unir en un mismo escenario una gran diversidad de voces y estilos. Durante poco más de un mes, el festival nos hizo el verano más llevadero: los oídos agradecen.
