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El Club Audiovisual conviertió a Niceto en su “Relicario”

Con gran autoridad, la banda porteña remarcó su esencia instrospectiva y dio el show íntimo que merecía su nuevo disco.


Relicario, el nuevo disco de El Club Audiovisual, tuvo su estreno en un Niceto copado por ese público tan sensible y sentimental. Dentro del club palermitano, se reunieron cantidad de amigos, artistas y seguidores, todos para brindar por el grupo porteño.

La apertura de la noche estuvo a cargo de Error Vanessa, grupo quilmeño con distintas caras musicales, desde un rock apuntado a la clásica figura boyband hasta un emo punk con aristas de shoegaze. Por momentos, agresivos al estilo rockpop, y por otros, melódicos jugando con lo íntimo.

Con grandes temas como “Muy callados” y algunos nuevos (“MD” y “Suspendido”), el inicio fue el adecuado para previar por la similitud de público, sonidos bien logrados con un fin claro y un mensaje de orgullo al llegar a este punto.

El Club Audiovisual es de las pocas bandas que, sin demasiado ruido, logró grandes cosas. Dos discos de estudio y muchísimos grandes singles; y gran cantidad de participaciones en festivales son las cartas predecesoras de Relicario, cuya presentación era una ebullición entre la gente, que se mostraba impaciente pero con un tono alegre propio de algún festejo familiar.

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Foto: Charlie Riobueno.

Relicario se fue mechando entre una lista de temas bien curada para un público que, lejos de querer escucharlos tal cual salió, prefería un juego entre los músicos que, tema a tema, iban extasiando su estadía en Niceto Club.

El principio fue el arranque triunfador del disco, “Cuántas veces me dejé llevar?”, demandado por la gente que no paraba de pedir distintas cosas -aguante por uno o por otro, agite entre ellos o simplemente chiflidos sin contexto-. Decimos que se fue mechando porque los temas siguientes no fueron un plan armado: la lista tenía como objetivo llevar al público a distintos lados.

Algunos temas con pequeñas intros con contextos bien establecidos como “Dulce” se llevó el agite propio de los seguidores del primer momento. “Quietud” fue otro tema que rompió el orden del disco para aportar sensibilidad a la noche, un despliegue soberbio sin jactarse demasiado de esto.

La ansiedad por ir escuchando el disco en vivo se fue calmando. Diferenciándose de los límites físicos del disco, el vivo rompe estructuras y las interacciones se vuelven parte del tema. “Tu sombra” fue otro inicial de la noche que se llevó un punto alto de la noche: la voz de Delfi se acoplaba a las guitarras y transmitía los sentimientos de la canción: “Tengo envidia de tu sombra al estar cerca de vos / sigo todos tus pasos / tan tiernos e inalcanzables”.

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Foto: Charlie Riobueno.

Un ida y vuelta entre los clásicos y los nuevos iban dando forma a la idea final de Relicario, un lugar donde guardar objetos preciados. Ese lugar se fue transformando en el público por todos los temas y la parte de sí que fue dejando la banda durante toda la noche.

Otro punto alto fue en “Madrugada”. De nuevo, la altura de la banda para encarar cada tema, pero siempre con una propuesta humilde e introvertida. Ellos ponen exclusivamente su atención en el sonido, la interpretación y su par, agradecidos por cada aliento y aplauso.

Exponerse a sí mismos es parte esencial del disco y “No soy yo” fue un claro ejemplo. Dando un vaivén entre la sencillez y la introspección, Tomás entonaba de forma dulce mientras Delfi alentaba sentada.

El desarrollo de la noche fue de menor a mayor, con espacios para poguear. La consumación del concepto del disco estaba casi hecha: dejar entrar a la gente a un lugar propio y casi secreto. Escuchar cada tema como una confesión era el objetivo.

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Foto: Charlie Riobueno.

“El mundo no es solo para mí” sonó fuerte y con intervalos altos y bajos de ritmos y nos daba lugar a observar la estética con tramados referenciados al disco. Telas colgaban por doquier con esta idea de tejidos cruzados, rombos o solo trazos señalando la tapa de Relicario.

Para llegar a final había paradas obligatorias. “Será” y “Cuando dormís” fueron los grandes agites para brindar un show completo. Desde uno de sus temas más cantados hasta un cover de gran desafío, hablamos siempre de una gran ejecución del momento y elección de temas.

Con un final más lento, vimos cómo se apagaba la luz con un dúo de temas tan llevaderos como cerradores: “Lo que me llevo” actuando como fin de disco y “Solo un momento” con un agregado extenso para bañarse en aplausos y distorsiones de pedales, cerrando una noche ganadora. Firme en su presentación en Niceto y sólida en su idea, El Club Audiovisual demostró que, en estos casi diez años de banda, la perseverancia y el trabajo diario es la llave para la consolidación de sonido que, hoy, es parte y figura de lo emergente nacional como indie.

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Foto: Charlie Riobueno.

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