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El barrio en ascenso: el regreso de Trueno al icónico Estadio Ferro

En el marco de su gira internacional “E.U.B DELUXE World Tour”, el artista oriundo de La Boca regresó al barrio de Caballito para concluir un año de consagración y realización artística.


El jueves 11 de diciembre no sería un día cualquiera en el barrio de Caballito. Con la expectativa de una posible tormenta -que terminó por desplazarse-, y una tarde lentamente rosada, un sentimiento especial comenzaba a generarse mientras padres, madres, hijos, hijas y amigos ingresaban al icónico Estadio Ferro, cantando y bailando los hits recientes de El último bailey repasando las anécdotas de lo que, un año atrás, había sido el show espectacular de Trueno en ese icónico lugar. Con puntualidad, y con la personalidad que lo destaca, el talentoso y versátil artista de La Boca, un exponente del ascenso musical argentino en la escena global de la última década, se hizo presente para que el último baile iniciara.

El show fue estructurado en una serie de cuatro bloques y contó con breves pausas de reorganización sobre el escenario que permitieron un formato de recital muy dinámico para todo el público. Con una calidad de filmación notable, que añadió en reiteradas ocasiones secuencias audiovisuales que recreaban la visión personal del artista desde la acción -como también de la gente-  el espectáculo mantuvo durante dos horas la adrenalina e intensidad que una noche especial como aquella debía generar.

Así, el primer bloque contó con una propuesta introductoria del clásico estilo rapero que ha dominado el tono y velocidad de muchas canciones durante la trayectoria del artista, tales como “Grandmaster” “Fuck el Police” y la viral “BZRP Freestyle Sessions, Vol.6”; para que ese espíritu de resistencia, de cultura barrial y aspiración de libertad colectiva que bien ha representado el hip-hop desde su pico en la década del 90 -y Trueno ha reflejado desde la Argentina- continuara en el segundo bloque con un repertorio variado de sus últimos trabajos, que incluyeron, entre otras, las famosas “Real Gangsta Love”, “En la City” y “Tranky Funky”. La euforia del público, que ya no distinguía entre adultos y jóvenes, se expresaba en cada salto; y, principalmente, en la imitación de cada gesto y cada postura que sucedía en el escenario. La fiesta era colectiva: abajo y arriba.

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Foto: Rocío Bustos.

Tras un breve momento de acomodo en la oscuridad, las luces iluminaron a Trueno en la consola; quien, sin aviso, comenzó a reproducir y loopear “Hablando a tu corazón”. El freestyle continuó. Durante aproximadamente cinco minutos, el artista volvió a demostrar arriba del escenario esa capacidad tan admirable que lo destacó en su adolescencia y en el formato del Quinto Escalón, con barras y reflexiones de la cultura, su carrera y el porvenir; y que, al final, sugirieron que el año que viene la fiesta podría continuar en la Bombonera… Todo es posible cuando el barrio está en ascenso.

El segmento continuó con una canción que mostró, como otros artistas de su generación también han replicado posteriormente, una sensibilidad y curiosidad artística por el origen cultural latinoamericano y por su inagotable fuente de inspiración. Así, con un formato audiovisual y musical centralizado en la banda (como un Tiny Desk), todo el Estadio Ferro cantó junto a Trueno “Tierra Zanta”. Nadie debía moverse -tampoco distraerse-, porque acto seguido el primer gran invitado de la noche, el talentoso Milo J, acompañaría a su amigo para interpretar una versión de “Gil”. La sorpresa y los aplausos se retroalimentaban. No sería tampoco el único homenaje que Trueno quería compartir con su público. Con una clara manifestación de agradecimiento y respeto, el repertorio siguió con una versión furiosa de “The Manifesto” de Gorilaz, quienes han fomentando una cultura que hasta la actualidad continúa.

Sin embargo, la consagración de la noche ocurrió cuando la cultura rapera del barrio de La Boca compartiera el escenario con un emblema de la cultura argentina: Serú Giran. Previo a unas palabras de reconocimiento, cariño y respeto, David Lebón y Pedro Aznar salieron con una gran sonrisa para acompañar al joven artista a interpretar un clásico que, por definición, encuentra en cada época un significado renovado: “No llores por mí, Argentina”. Un momento especial para Trueno, quien nuevamente extiende puentes musicales intergeneracionales a partir de sus propuestas, y una anécdota para las padres y madres que, probablemente, se emocionaron al compartir su alegría con sus hijos e hijas. Aún así, el show debía continuar con el último bloque.

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Foto: Rocío Bustos.

La pausa final permitió un momento de agradecimientos, de breve catarsis emocional y también de proyección para la próxima gira internacional en la que Trueno buscará expandir esa cultura que bien logró representar, y que actualmente no tiene frontera ni techo. Con ese ánimo, el artista extasió a todo su público cuando comenzó a tocar “No Cap”, “Mamichula”, “Cuando el bajo suena”, “Sangría”, “Violento”, y la infaltable “Dance Crip”. No hubo una sola persona que no despidiera la noche saltando en el icónico Estadio Ferro, y celebrando otra noche que, en palabras del artista, cerraba una etapa muy relevante en su carrera.

Como se destacó anteriormente, la calidad audiovisual de la cobertura era impresionante. Sin embargo, vale un reconocimiento particular para la banda que acompañó a Trueno durante el recital. La solidez musical, así como la facilidad para fusionar estilos y lograr arreglos de jazz, rock, reggae, entre otros, fue un aspecto que sumó calidad y, actualmente, diferencia lo que muchas veces parece una producción pre-establecida en el estudio, para brindar vitalidad, potencia y personalidad a través de los instrumentos en los recitales. En definitiva, un cambio cualitativo desde lo musical que Trueno ha logrado consolidar en estos años, sumando a músicos extremadamente talentosos en su banda; y que, además, refleja su trabajo y dedicación por fuera del estudio.

Hay artistas que en determinadas etapas de su trayectoria difícilmente tengan un techo. En el caso de Trueno, podríamos definirlo de la siguiente manera: del barrio al mundo; y del mundo, de regreso al barrio. Esa constante retroalimentación, esa búsqueda de representación de lo argentino, que ayer por la noche explicitó otra vez, tiene -como siempre sucede- un público fiel que sigue cada una de las aventuras del artista. El regreso de Trueno a Ferro pone de manifiesto lo que ya sabemos: la escena musical del país tiene exponentes con una proyección global que recién comienza, y que, a veces, parece que no alcanzara con “conquistar” el mundo. Artistas jóvenes que expresan curiosidad por su cultura, que trabajan desde la fusión de estilos y que invitan a unir puentes, conectar historias y perseguir sueños, motivan a que otros lo intenten. Sin duda, una noche especial que comprende mucho más que un recital. Con esa emotividad quedará, seguramente, el recuerdo del “Último Baile” de Trueno en la noche del sábado 11 de diciembre, en el agradable barrio de Caballito.

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Foto: Rocío Bustos.
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Foto: Rocío Bustos.
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Foto: Rocío Bustos.

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