
Sufrir en color rosa: “Entre sueños y distorsiones” de Kill Flora
Con su primer trabajo de larga duración, Kill Flora consolida su universo visual y musical. Entre lo dulce y lo distorsionado, profundizan en una identidad que mezcla rebeldía y un imaginario casi de ensueño.
Kill Flora se compone como dúo por Ana Julia González y Lucía Szellner. El proyecto se abandera con una impronta que fusiona pop-rock y shoegaze, explorando la rebeldía y la inocencia dentro de una narrativa juvenil e ideología feminista. Sin embargo, Revista Fulana las ha descrito de una forma más acertada en sus redes: “una banda inventada por Sofía Coppola que mezcla el shoegaze con pop al estilo María Antonieta”. Utilizan la rabia y su poética visual para acercarnos a un discurso que contiene crítica social y conversaciones íntimas.
El dúo debutó con el adelanto “La casa de tu mamá”, en donde ya pusieron el pie en la entrada con un estilo sardónico que pone el ojo en modelos de conducta sociales y hace una crítica con humor; humor que no hace al discurso menos condenante ni crudo. Han tenido más lanzamientos desde ese momento, incluso un EP llamado Entrada triunfal. Sin embargo, al ser Entre sueños y distorsiones el primer material larga duración de Kill Flora, surge la pregunta: ¿qué significa esta entrega en su discografía?
El disco nos da la bienvenida con algo conocido para sus oyentes. “Estaba tan segura” es uno de los dos cortes de difusión de la pieza. El tema tiene su propio videoclip, donde puede verse una extensión de su universo visual —tema que abordaré más adelante—. Correr, coser las heridas (literalmente) es parte de lo que aparece en la pieza audiovisual. La dulzura de las armonías vocales contrasta con la soledad y las guitarras distorsionadas, mientras que el juego de repetición de la frase “¿Dónde estás?” funciona como una pelota de ping pong con delay popero.
Inmediatamente hay un cambio de clima en el trabajo al dar paso a la segunda canción: “El chico de Paraguay”. Ciertas decisiones tímbricas son clave para interpretar correctamente el mensaje del tema. Resulta casi gracioso que muchas de las frases utilizadas —como “No podés escapar” o “No se deja negociar”— podrían encajar en una canción sobre un rompecorazones sin escrúpulos. Sin embargo, son precisamente esas decisiones las que reorientan su sentido: el riff de guitarra, que suscita una sensación de alerta temerosa, y los susurros del final, que nos sentencian. No podemos escapar de él.
La obra contiene letras que hablan de la soledad, coquetea con el autodesprecio y explora la duda hacia una misma. Incluso añade más nostalgia y clave de fábula con “Chiquita”. También aborda la complacencia excesiva —como cuando dice “Me rompería todo el cuerpo para no lastimarte más”— y llega incluso a la autoanulación, tan intrínseca históricamente dentro de la feminidad. Sin embargo, hay una canción que irrumpe pulsantemente con una guitarra sostenida y distorsionada. Es la más corta del material, y su final es igual de cortante que la guitarra en la que se sostiene: “Hipersemiotica”.
La semiótica, dicho simplemente, es la manera en que leemos los signos: tanto en la literatura y cultura como en lo que decimos, cómo nos vestimos y qué mostramos sin hablar. Puede incluso reproducir o desafiar la desigualdad de género. Algo parecido planteaba Martha Rosler en su obra Semiotics of the Kitchen (1975). Ella mostraba utensilios de cocina, uno por uno, pero de forma brusca, casi violenta. Tomaba un espacio asociado históricamente a “lo femenino” y lo rompía desde adentro, exponiéndolo con rabia. Mediante esta pieza audiovisual, se transmitió la idea de que, al expresar y nombrar su realidad, la mujer puede desafiar, cuestionar y desmantelar el papel tradicional que se le ha adjudicado al género y las estructuras sociales que la limitan. Kill Flora nombra la opresión.
“Hipersemiotica” habla de informarse antes de hablar; de la vestimenta que induce cierta seguridad —en este caso, “las botas de mamá”— y de cómo esa seguridad se ve arrollada cuando, al expresarse, se encuentra con la agresividad de la otra parte. Sugiere también que parece ser nunca suficiente, y que el respeto al intercambio no es recíproco. Podría decirse que es una discusión acalorada. Lo que sí es claro es que el rol femenino en una conversación muchas veces se ve invalidado antes de siquiera comenzar. Dentro de los códigos sociales y estructuras impuestas, escuchar los mismos enunciados saliendo de una boca que lleva labial, pelo largo, pollera y botas —o cualquier otra característica asociada a lo femenino— no es recibido de la misma manera que si provinieran, lisa y llanamente, de un hombre. Que lo dicho atraviese los prejuicios y estructuras siempre nos cuesta un poco más.
La propuesta visual de un disco, si bien no es lo principal, no importa poco. La tapa de Entre sueños y distorsiones muestra una figura femenina que es, por lo menos, interesante. La pose invita a detener la mirada e intentar analizar qué está haciendo, qué significa esa acción. Parece una chica que fue arrollada por un auto que dejó un bokeh rosa como rastro. Es una pose vulnerable. Se desdobla sobre sí misma, lo cual podría tomarse como un guiño a la actividad introspectiva, y se relaciona inevitablemente con el título del trabajo, gracias a su estética casi irreal y su fragilidad performativa. Contiene reminiscencias —quizás casuales— a obras de Petra Collins, fotógrafa y artista que retrata lo etéreo, lo femenino y la juventud con una mirada delicada. Collins ha dirigido piezas como el videoclip de “Fetish” de Selena Gomez.
La portada del material fue modelada por Juana Villasenín (@juanavillasenin), con fotografía de Lautaro Cabeza (@lautarocabeza) y arte de tapa y contratapa realizado por Minerva (@xxsmini).
Hay canciones del disco que se sienten como comer un algodón de azúcar en la vereda, post fiesta, con botas altas y maquillaje corrido por llorar. Casi irreal, un sueño emocional. Esto sucede porque, aunque la producción musical del álbum es más limpia, mantiene una personalidad propia. En Entre sueños y distorsiones, Kill Flora plantea un discurso de una manera poco obvia; te invita a escuchar más de una vez y a analizar algo necesario hoy: que nos den las cosas un poco menos masticadas, pero lo suficientemente claras como para comprender el mensaje que debe ser transmitido. Cuando debe aparecer la sensibilidad, aparece; cuando se busca transmitir rebeldía, se transmite; y cuando se debe sentir la rabia, también se siente. Este trabajo significa pasos firmes y pulidos en un camino que cada vez es más claro.
Escuchá Entre sueños y distorsiones de Kill Flora y más lanzamientos del 2025 en nuestra playlist de Spotify.
