
La misa de Geordie Greep en Niceto Club
El músico inglés, ex lider de Black Midi, visitó Argenina para dar un show inolvidable en la presentación de su disco The New Sound.
Geordie Greep es algo así como una leyenda viva de las últimas décadas en el universo emergente inglés. Como lider del grupo de culto Black Midi supo encauzar el sonido de su generación y dar forma a una ola de agrupaciones que fusionaron sin miedo el rock con el jazz bajo ella premisa de experimentación libre. Así, tras la disolución del grupo, su recorrido continuó con The new sound (2024), un territorio indescifrable y repleto de influencias.
Su primera presentación como solista en el pais fue, sin lugar a dudas, un evento de palabras mayores. Aún con una tormenta sacudiendo el cielo porteño, horas antes del evento un público de los más variado ocupó Niceto Club con las expectativas por todo lo alto. Porque The new sound es todo lo que promete y más, un sonido fresco que no teme asomarse a cuanto sonido le interese.

De locura y pasión
Pizza fue el grupo encargado de, fugazmente, caldear al público greepero. De sonidos elementales pero poderosos y con una cadencia errática, corrieron el telón de una noche que pasaría a la historia. Un show breve pero preciso para los fines que se prometieron y suficiente para demostrar el lugar que fueron a ocupar. El encadenamiento no se sintió forzado y, aún recorriendo sonidos discímiles, fueron una antesala productiva para lo que vendría a continuación.
El hombre salió tieso rodeado de instrumentos; la percusión ocupaba un espacio casi central y él, de traje y pelo engominado, disparó sin muchas vueltas. “Walk up” y “Terra” sacudieron el escenario como en un suspiro adelantando esa locura controlada que derrocha el inglés. Porque si algo le sobra, quedó claro, es la meticulosidad y precisión necesaria para manejar los tiempos y velocidades sobre el escenario; entregarse entero a una fiebre que parece no tener retorno y así, sin más, reducirse al silencio mínimo para mirarse, a él, a su grupo, al público, y volver a comenzar casi sin tomar aire.
Los músicos derrocharon talento en una performance sin igual que se repartía entre las canciones del disco y espacios de improvisación con una calidez y humildad que parecían estar ensayando en sus hogares. Virtuosismo obsesivo y fiebre de cuerpo entero; ver a los músicos era tan espectacular como oírlos. Los cuerpos sobre el escenario respondían a un ritmo cronometrado y libre emanando pasión y goce en partes iguales.

Vamos a greepear mi amor
Hasta en lo más álgido de la noche la gente supo responder y demostrar a Greep eso que vuelve único al público argentino. Acompañando el desenfreno y la potencia, armaron pogos sobre bases de jazz y se abrazaron en un mar de brazos alzados al son de “As if waltz” hacia el final de la noche. Tampoco faltó, casi colada entre temas, una pequeña interpretación de “Seminare” de Seru Giran.
Así, el torbellino greepero arrasó con las expectativas del público para demostrar una sobrevida a Black Midi incluso más potente en términos de experimentación. Porque dejando de lado el virtuosismo objetivo de todos los músicos, la noche estuvo marcada por su capacidad única para construir de a bloques un clima que termina por explotar sin ningún tipo de sentido. Greep sabe arremolinar las capacidades de cada músico para dar con el momento exácto en donde dejarlo todo, permitirse esa improvisación que lo sostiene fresco y bajar en el momento exácto antes de volverse repetitivo.

En un ataque a los sentidos, Greep se mantuvo sobrio en todo momento, casi sin despeinarse mientras lo dejaba todo en “Holy holy” o “Bongos”, momentos determinantes de la noche. Siempre carismático, siempre de punta en blanco en su traje recto, supo movilizar a un público enloquecido que recordará esa noche, ese trance conducido, por mucho tiempo.
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