
Festival Bandera 2025: Rosario volvió a vibrar con su festival más grande
La sexta edición del Festival Bandera volvió al Hipódromo con una mezcla de clásicos y nuevas promesas que resumen lo mejor de la música argentina actual.
Siete años después de su primera vez, el sábado 1° de noviembre de 2025 el Hipódromo de Rosario volvió a llenarse de música con el Festival Bandera. El Bandera ya se ganó su lugar entre los festivales más grandes del país, y esta sexta edición lo confirmó con un lineup que mezcló nombres históricos como Divididos, Babasónicos, El Kuelgue y Juanes, con una segunda y hasta tercera camada más joven que está empujando fuerte: Marttein, Ryan, Un Muerto Más, Gauchito Club, Conociendo Rusia, entre otros.
Desde temprano el predio se fue poblando de gente, aunque el calor de la tarde hizo que muchos prefirieran llegar más cerca del atardecer. Aun así, Ryan se encargó de despabilar a todos en el Escenario Norte. Entre corridas por el predio, guitarras punk y un fragmento de “Rosario siempre estuvo cerca” de Fito Páez, la banda mostró una energía que se contagió fácil. Su canción “Poné un disco” fue literalmente una invitación a moverse y a olvidarse por un rato del sol que caía a pleno.

Un rato más tarde, Marttein llevó su propio caos al mismo escenario. Con su nuevo EP Espectacular bajo el brazo, transformó la tarde en una especie de rave con banda en vivo. “SUPEROFERTAS” y “PIZZA PARTY” sonaron con la potencia de un artista que no necesita de grandes efectos para imponerse. Su personaje, entre lo demencial y lo carismático, retumbó en el Bandera 2025 y dejó claro que su propuesta va más allá de un show, es un experiencia. Mucha gente se acercó por curiosidad y terminó bailando. Nada mal para ser su primer festival en la ciudad.
En el Escenario Bandera, Un Muerto Más ofreció uno de los momentos más teatrales de la jornada. Con violín incluido y un despliegue escénico que mezcló poesía y energía, lograron atrapar a un público que, a esa hora, ya buscaba algo distinto. Se subieron literalmente a la batería, hicieron cantar y bailar a todos para cerrar con su hit “Frutillas con crema”, dejando claro que su propuesta no se parece a nada más dentro del festival.

Con el sol cayendo y el cielo encendido, Gauchito Club fue pura fiesta. Arrancaron con “Papito Barloa” y de ahí en más no hubo descanso, repasaron sus temas más conocidos y varias canciones de Vulnerable, su disco más reciente. Con el atardecer de fondo, pusieron a bailar hasta a los que estaban haciendo fila. Fue uno de esos shows donde todo se siente alineado: el clima, el sonido y la buena vibra. Rosario los abrazó, y ellos devolvieron ese cariño con un show enorme.
Ya entrada la noche, Conociendo Rusia apareció después del set de Juanes. Mateo Sujatovich tardó un poco en salir, pero cuando sonaron los primeros acordes de “Se me hizo tarde”, el público se olvidó de todo. Le siguieron “Loco en el desierto”, “Cabildo y Juramento” y “A la vez”, con Esmeralda Escalante de Ainda en los coros. “30 años” fue pogo asegurado y uno de los picos de energía del día. Rosario nunca le queda chico a Mateo, y eso se nota en el cariño de volver siempre a la ciudad.

Llegando casi al final de la noche, el Escenario Sur corrió por cuenta de Babasónicos, con “Bye Bye” abriendo un show que confirmó que siguen siendo los dueños de la estética y la elegancia dentro del rock argentino. Seguido de eso, El Kuelgue en el Norte volvió a Rosario por tercera vez y, como siempre, la rompió. Arrancaron con “Sinoca” y sumaron una sorpresa cuando Mateo de Conociendo Rusia subió a cantar un cover de “Mil horas”. Un crossover que terminó de sellar el espíritu del festival, la convivencia entre lo nuevo y lo clásico.
El Festival Bandera volvió a demostrar por qué Rosario lo siente como propio. Más allá de los nombres grandes, el festival sigue siendo una gran vidriera para los nuevos proyectos que buscan su lugar: Juana Rozas, Cabezas de Remolino y 1915 mostraron distintas formas de entender la escena actual, mientras que las bandas rosarinas SOLCA, CREMA y Killer Burritos dejaron en claro que el sonido local sigue más vivo que nunca.

Con esa mezcla entre trayectoria y frescura, el festival reafirmó su esencia: un espacio donde todo puede pasar, donde lo emergente y lo consagrado comparten el mismo escenario y el mismo público. Una fiesta que crece, se reinventa y cada año nos recuerda por qué Rosario sigue siendo una de las capitales musicales del país.
