Compuesto por trece canciones, el disco recorre escenas cotidianas atravesadas por el malestar, sin promesas de alivio ni finales felices.
El segundo disco de Nina Suárez, El lado oscuro, arranca directo con una bomba, “La salvación”: “Hace tiempo decidí / dejar de creer / en una salvación”, canta la guitarrista, y esa declaración funciona casi como un prólogo de lo que se va a escuchar a continuación. Es un comienzo que nos advierte que acá no hay promesas fáciles, ni finales felices. El disco va a moverse en esa tensión entre la desesperanza y la posibilidad de encontrar algo (o alguien) que te salve, aunque sea por un rato.
El lado oscuro mantiene una línea sonora bastante uniforme: guitarras frontales, un pulso de indie rock que por momentos se siente punk, y esa crudeza típica de la escuela Laptra, sin maquillajes innecesarios. A primera escucha las canciones pueden parecer similares, pero si te detenés un poco, cada una abre una escena distinta: un domingo gris, un bar con humo, un insomnio insoportable, un recuerdo en la costa, la paranoia de salir a la calle. Son pequeñas viñetas que, en conjunto, terminan armando un diario íntimo sobre lo que significa cargar con un malestar que nunca se apaga del todo.
La oscuridad que Nina canta no es la del monstruo escondido debajo de la cama, sino algo mucho más cercano y reconocible. Es la incomodidad de vivir, la sensación de estar roto por dentro, el miedo a no poder sostener un amor, el fastidio de los días que ya no son buenos. Pero también está esa fascinación casi adolescente frente a alguien que te desarma en un bar, o el deseo de tener una despedida épica aunque sepas que nunca va a pasar. El disco oscila entre lo brutal y lo tierno, entre la confesión cruda y la fantasía imposible.
A este universo tambie lo acompaña un costado visual, fotos viejas en blanco y negro, polaroids descoloridas, paisajes que parecen especies de recuerdos. Lejos de ser un simple guiño estético, esas imágenes refuerzan la idea de que lo oscuro no viene de afuera, sino que está en la memoria, en lo heredado, en lo íntimo. Lo cotidiano se vuelve inquietante, igual que pasa en canciones como “Hoy cuando salga de casa…”, donde la escena más simple (cruzar la vereda) se tiñe de paranoia y amenaza.
Lo interesante de El lado oscuro es que, sin declararse un disco conceptual, termina funcionando como tal. Todas las canciones parecen formar parte de una misma herida, cambian los paisajes, los personajes y los climas, pero la sensación es la misma. Es un disco que no busca resoluciones ni moralejas, sino mostrarnos que incluso en la repetición de lo gris hay una cierta armonía. Que las contradicciones (querer salvarse y destruirse al mismo tiempo) también pueden ser una manera de vivir.
Lo que Nina Suárez nos deja con este trabajo no es un mensaje cerrado, sino un espejo turbio donde vernos. El lado oscuro no ilumina, pero sí revela. Nos recuerda que lo roto, lo rutinario, lo que incomoda, también es parte de quienes somos. Y quizá la única salvación posible no sea escapar de esa oscuridad, sino animarse a mirarla de frente y reconocer que está ahí, acompañándonos.
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