El querido grupo platense repasó algunos de sus temas más emblemáticos tras su regreso de España.
Quien haya asistido a una presentación de los 107 Faunos sabe qué esperar. Y quien no lo ha hecho, ahora está avisado: la banda da uno de los shows más enérgicos y contagiosos de la movida. En vivo, los platenses logran transmitir con soltura la misma vibra despojada y fresca de sus trabajos en estudio, haciendo de su mundo musical -fantasioso, lúdico, volado- una experiencia colectiva. La más reciente fecha el pasado sábado en La Tangente, con Tifa Rex de Los Reyes del Falsete como invitado en la batería, no fue la excepción. Por el contrario, fue una confirmación de que los Faunos siempre serán los Faunos.
El regreso a los escenarios locales -tras una gira por España, parada en el Primavera Sound incluida- fue una celebración del catálogo de estos héroes del indie. El puntapié inicial vendría de la mano de tres cortes de su más reciente disco, El ataque suave (2020): las coreables y directas “Pterodáctilo plano”, “Se siente así” y “Recuerdos de ya”. Pero de ahí en más, la invitación quedaría también abierta para los -ya podemos llamarlos así- clásicos de la banda, canciones que no pierden ni un ápice de vigencia. O no solo eso: en algunos casos con más de una década en su haber, temas como “El tigre de las facultades” (el mejor uso del cencerro en el rock local hasta que se demuestre lo contrario) y “Por ir a comprar” parecen solo ganar fuerza con el paso del tiempo, estando entre las más cantadas por el público.
Mientras que canciones como “Una geoda” y “Geometry Dash” -con Mora Sánchez Viamonte y Javier Sisti Ripoll compartiendo las voces principales- apelaron al costado más suave y reflexivo del catálogo faunesco, los platenses, sin embargo, no se olvidaron de también hacer ruido e invitar al pogo. Poco se pudo hacer contra la seguidilla de “Días dorados”, “Pequeña Honduras” y “Muchacho lobo”, verdaderas joyas que ejemplifican esa capacidad de síntesis del grupo -especialmente patente en los primeros álbumes- para despachar estribillos inolvidables en ataques de tan solo un par de minutos. Si no los cantaste a voz pelada, es porque no estuviste ahí.
Algunas de las postales más memorables de la noche forman parte de la lista de trucos favoritos de la banda. Pero no nos cansamos ni un poco de que los repitan: los ramos de flores firmemente atados en los stands de los micrófonos, la lluvia de espuma para el cierre, y el grupo enchufado como de costumbre, incluido Juan Pablo Bava agitando con energía pandereta y otros instrumentos percusivos como si su vida dependiera de ello. Los puntos altos en cuanto a canciones son, claro, subjetivos -aún más con un grupo que tan bien sabe apelar a las referencias personales y nuestra propia historia como este-, pero algo en la forma en que todas las voces del público se convirtieron en una sola para corear a gritos “Calamar gigante nº 8” lo hizo un momento especial. Solo los Faunos saben cómo lograrlo.