Con el lanzamiento de su segundo álbum, Festival de sombras, Muñecas define un estilo que trae recuerdos ochentosos.
Otrora conocidos como Muñecas Rusas, la agrupación rosarina ahora abreviada en Muñecas lanzó su segundo disco de estudio bajo este nuevo nombre. Luego de un primer lanzamiento homónimo (Muñecas, 2017), el grupo se mantuvo en relativa calma hasta finales del 2019, cuando volvieron al ruedo con su single “Al aterrizar”. No fue hasta el 2020 que comenzaron a adelantar lo que sería su nuevo disco con cinco nuevas canciones.
De alguna forma, Festival de sombras dialoga con el pasado sin caer en el fácil rotulado de “vintage”; la nostalgia del pasado va más allá del look. La esencia de este nuevo trabajo de Muñecas radica en el espíritu new-wave que inevitablemente hace pensar en grupos icónicos de la década del ochenta como Virus o Soda Stereo. Como dijeron en su entrevista a Página/12: “Buscamos el espíritu rock que creemos que se perdió”.
Mezclando un poco de pop bailable con la épica del rock ochentoso, Festival de sombras quiere reproducir el espíritu de lo que supo ser la música nacional tras la vuelta de la democracia. Traer una colección de emociones que siguen cautivando a su público y adaptarlas a los tiempos que corren.
Un diálogo solitario
Luego de la cantidad de reminiscencias que el estilo evoca a lo largo sus cuarenta minutos de duración, Festival de sombras se muestra como una especie de diálogo constante en busca de su receptor. Entre tantas canciones en tercera persona y otras tanto en segunda persona, parece que se le canta a alguien. “No somos gente normal / No tenemos decencia” canta Fabrizio Zero en “Diabla”, “Despierta y vámonos“ en “Manjar” y “Para qué pretendemos, aunque duela entenderlo / abracemos este rencor” en “Rencor”.
Esta insistencia da a pensar que quizás haya una búsqueda en la idea del disco. La evocación a un otro o una otra que al oírse llamar tan asiduamente por fin despierte y vea lo que Festival de sombras le está queriendo contar. La estructura de apertura y cierre del disco también ayuda a facilitar la inmersión y, junto con este dialogismo permanente, da una sensación a obra de teatro. Así, “Intro” y “Liga humana” se acoplan en un solo tema, como el levantarse del telón que descubre a los actores dispuestos para el primer acto. Del mismo modo, hacia el final, “Jardín de invierno (pacto)” apaga los fuegos que el entramado del disco supo encender.
Todo parece indicar que nada ha sido dejado al azar en este último trabajo de Muñecas. La realización y puesta en escena propician el espacio ideal para que el público se deje llevar por la historia que quieren contar. Una historia que decididamente está inspirada en una de las mejores épocas del rock nacional.
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